• martes, 30 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Indiana Jones y la antepenúltima cruzada

Por Javier Ancín

Es mejor disfrutar de las pelis antes de verlas porque luego las ves y te llevas un chasco. Pasa un poco como con los viajes, que es mejor disfrutarlos desde casa, cómodamente, por lo que pueda pasar en la realidad. Qué creerás que hay ahí fuera de eso que los cursis llaman zona de confort, alma de cántaro.

Es mejor disfrutar de las pelis antes de verlas porque luego las ves y te llevas un chasco. Pasa un poco como con los viajes, que es mejor disfrutarlos desde casa, cómodamente, por lo que pueda pasar en la realidad. Qué creerás que hay ahí fuera de eso que los cursis llaman zona de confort, alma de cántaro.

Nada es comparable a cerrar reservas de hoteles en el sofá del salón, imaginándote en la hamaca de la piscina, negroni en mano, sin los gritos de ese grupo de cazurros ingleses que siempre te encuentras luego; comprar entradas para alguna exposición que todavía no te ha decepcionado, por floja; elegir restaurantes por Instagram, que tienen todos una pinta espectacular, porque aún no han inventado las fotos con sabor y olor o decidir qué ruta de coche tomar porque por allí, un desvío minúsculo de cientos de miles de kilómetros, hay un paisaje que dicen que merece la pena, sin tener que bajarte entre chicharras a cambiar la rueda con un pinchazo en esa carretera del infierno en mitad de la nada.

Quién me mandaría a mí inventar, alejarme de las autovías y adentrarme en ese secarral infame.

Y quién me mandaría a mí comprar entradas para otra peli de Indiana Jones después de que la última, penúltima ya, que esperé con ansia infantil durante lustros -como cuando esperábamos la revista Micromanía cada mes en el quiosco, preguntando por la mañana y después también por la tarde: ¿Ha llegado ya? No. ¿Y ahora? Tampoco-, tuviera que verla dos veces porque no podía creerme que fuera tan mala. La segunda vez que la vi, a la semana siguiente, me pareció incluso peor.

Hoy estrenan la quinta entrega del amigo Indy y no puedo con mi vida. Estoy nervioso, ansioso, desquiciado porque aunque mi cabeza me dice que va a ser una puta mierda -lo sé, soy plenamente consciente de ello-, mi fantasía, cometí el error de ver el trailer hace meses y me gustó, me tiene sumido en una horrible esperanza.

Y si... y si esta vez sí.... que no, joder, sé fuerte, no te ilusiones. Átate al mástil, maldito Ulises trucho, y no te dejes arrastrar por semejante canto de sirena, que con total seguridad acabará en sirena sí, pero amarga, mucho, un nino-nino de ambulancia o de bomberos o de coche policial.

Parezco ese amigo brasas que todos hemos tenido al que le deja su novia y te da la turra durante meses, ¡años!, con que aún tiene la esperanza de que se arrepienta y vuelva con él.

-Joseba Andoni, déjame que te hable como un padre, la Maritxu vive en Cádiz y ya tiene tres hijos con el maromo aquel que conoció viendo los fuegos en San Sebastián, mientras tú hacías cola para comprar el tradicional y preceptivo helado de dos bolas. No llevaba el jersey sobre los hombros y aquello fue definitivo para enamorarse de él. Cuando llegaste, con el barquillo ya revenido, habían intercambiado hasta los teléfonos. No va a volver. Nunca. Jamás. Olvídalo. Se ha ido a España para siempre.

-Pero aún hay esperanzas, seguro que después del cuarto hijo se divorcia y me llama para que vaya a buscarle, para que vivamos por fin felices en Benidorm, como dos jubilados más-, sigue dándote el coñazo el mamón de él.

En el fondo le entiendo, yo también compraría entradas si Harrison Ford no tuviera ya 80 años y le diera por seguir haciendo, a la manera de Woody Allen, una peli de aventuras cada año, aunque me diera constantemente contra el muro del aburrimiento cinematográfico. Los románticos no tenemos remedio... ay, somos unos descerebrados. Y eso es todo.


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Indiana Jones y la antepenúltima cruzada