"Cuando un gobernante no está en el despacho, no está trabajando para nosotros buscando soluciones, sino haciéndose fotos sonriente con los problemas que no soluciona, tratando de buscar votos para él, malo. Muy malo".
Es bonito ver cómo las ciudades cambian. En Pamplona, antes se decía que si te sentabas en la plaza del Castillo acababas viendo pasar a todo el mundo. Ahora el dicho ha mutado: donde te encuentras a todo Cristo es en las listas de espera del Servicio Navarro de Salud. Y no en las mejores condiciones, que quien se mete en la rueda hospitalaria no es precisamente para pasar el rato, sino porque está fastidiado.
Tras diez años de aberchandalato del PSOE con los vascos —y las vascas, que decía Ibarretxe—, en Navarra la sanidad pública está echada a perder. Podríamos jugar a lo de La vida de Brian con los romanos, pero con los vascos. ¿Y en esta década prodigiosa, qué nos han traído los vascos a los navarros? La paz en el mundo, los impuestos más elevados del Estado español de España (los fueros usados por los vascos para putear a los navarros —qué cosas—), un carril bici en Pamplona que, afortunadamente, nadie usa (porque si se usara, el número de atropellos iba a ser demencial). Precisamente en el antiguo portalón del Hospital de Navarra, donde está la marquesina de la Villavesa, el alikate Joseba Asirón ha creado un embudo para los peatones suprimiendo la acera para meter una doble curva de asfalto para las bicis. Acojonante. Y unas listas de espera donde la gente desespera… y muere.
Pero todo esto lo decimos, ya saben ustedes, porque somos unos peligrosos fachas, incluso unos nazis. Ah, y locos, que ahora la moda aberchándal es mandarnos al psiquiátrico a todos los disidentes. «¡Qué más quisiera ir al psiquiatra, gilipollas!», le gritaba un amigo mío a un conocido común aberchándal. «Si para la primera cita de salud mental tardáis más de tres meses en dármela».
Ayer Txibite posaba, populista, con la camiseta rosa de la carrera solidaria contra el cáncer de mama. Y yo me acordaba de una noticia que leí hace unos días, viéndola ahí sonriente junto a Remírez —a quien la ropa deportiva le queda como a un Cristo dos pistolas—. Espero que tenga seguro privado, con cobertura coronaria, como tenía el compañero Cerdán en la pandemia para saltarse la cola pública e irse sin esperas a la clínica privada a superar el COVID.
Titular del 15 de octubre de este mes en El País, ese diario fascista. En Internet está la hemeroteca para quien quiera consultarlo. Repito: lo dice El País. «Andalucía, Valencia, Baleares, Aragón y Navarra ocultan las listas de espera de las pruebas radiológicas». Es decir: ni siquiera sabemos cuántas mamografías que podrían salvar vidas están atrapadas en el limbo administrativo.
¿Qué está pasando aquí realmente? Buscando un poco más sobre el tema, dejando a un lado los datos muy preocupantes que denuncia la oposición, hasta eso se lo concedo a Txibite, descubro que la propia Asociación Saray de pacientes oncológicas —y organizadora de la carrera popular en la que posa Txibite, espero que esta asociación no sea también acusada de facha— denuncia esperas de hasta cuatro meses en revisiones postdiagnóstico, que pueden estirarse a diez si la revisión era a los seis meses.
Cuando un gobernante no está en el despacho, no está trabajando para nosotros buscando soluciones, sino haciéndose fotos sonriente con los problemas que no soluciona, tratando de buscar votos para él, malo. Muy malo.
Pero Navarra —nos dicen— va como un tiro. Sí, 9 mm parabellum. Y eso es todo.