- martes, 10 de diciembre de 2024
- Actualizado 12:52
Es terrible... en Pamplona hace frío en invierno. Bastante. Mucho. Incluso cuando templa un poco, nieva. No se qué será lo siguiente, que haga calor en verano y llueva en otoño mientras las temperaturas van cayendo, poco a poco, como las hojas, como la vida.
Qué cosas las percepciones. Las creencias. Vivimos en un tiempo de histeria en general y climática en particular y el clima, como todo en este mundo, va haciendo más o menos lo que siempre ha hecho, tranquilote, a su bola, sin preocuparse del humano qué dirán.
No hay procesos extraordinarios: no nieva en verano ni hace cuarenta grados en invierno. Hay que poner muy cerca la lupa en la gráfica para asustarse. Hasta una R mayúscula mirada con lupa parece un monstruo, que dice Loriga en su última novela.
Realmente el invierno comienza después de navidades, pero como tenemos tan interiorizado a Papá Noel, con sus renos y su trineo deslizándose por paisajes nevados, creemos que un diciembre sin nieve es signo de que climáticamente algo va mal, cuando la mayor parte de ese mes es aún otoño.
Los pantanos que se vaciaron en verano, creando una terrible inquietud en el personal que quería asustarse, se van llenando poco a poco; que para eso es un pantano, para embalsar el agua que será usada cuando se necesite, sin esperar angustiado a que caiga del cielo en una estación como es la estival en la que no suele llover. A veces hay que recordar lo obvio.
En octubre, cuando todo era caos y tinieblas y nos decían los profetas del Apocalipsis que estábamos cercanos a morir de sed, me di una vuelta por Eugui, pensando asistir al prodigio de ver el pantano vacío. Fue decepcionante, estaba prácticamente lleno, después de tres meses de calor veraniego y miedo, mucho miedo. Podría estar sin llover ni una gota años que a Pamplona no le faltaría agua ni para regar los geranios durante todo ese tiempo.
Pero es que Yesa estaba vacío. Claro, para eso está, para utilizar ese agua en regadíos en verano y llenarlo en otoño, invierno y primavera. Y ahora se utiliza más Itoiz, también te señalan, como si fuera algo malo usar una infraestructura para lo que fue creada: no preocuparse del suministro de agua ningún día del año. Terrible, lo dicho.
Ah, el miedo, qué maravilloso mecanismo para entretenernos. Con Itoiz ha sido curioso. Primero iba a reventarse la presa nada más llenarse y arrasar Aoiz. Como no ocurrió nada dejaron ese miedo porque ya no tenía efecto y empezaron con el de los terremotos... que también iban a destruir la presa en días y arrasar Aoiz. Nada, tampoco. Ya se buscarán otro. Vivimos la era del miedo. ¿Y por que? El origen del Estado es el miedo. O al menos eso es lo que cree Hobbes, partidario del autoritarismo. Es decir, a más miedo más Estado, con mayúsculas... y más gente viviendo de él. A lo mejor es una de las explicaciones.
Hay un libro muy interesante del filósofo José Antonio Marina para comprender todo esto, Anatomía del miedo, por si quieren darse una vuelta por el tema y descubrir cosas fascinantes, cosas que esas sí, producen verdadero pavor. Y eso es todo.