• domingo, 29 de septiembre de 2024
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Opinión / A mí no me líe

El munipa de Asirón en Pamplona en bicicleta es ridículo

Por Javier Ancín

En una ciudad donde el crimen se ha desbocado, no hay mañana de fin de semana que no nos levantemos con noticias de apuñalamientos, palizas, violaciones, robos... necesitamos una policía que nos proteja, no un cuerpo de gilipollas en culotte que solo sirva para hacer bonito en las fotos de Instagram, a mayor gloria del alcalde.

Hay gestos inútiles, yo qué sé, la mamarrachada aquella de ponerse el dedo a modo de ceja para apoyar a ZetaPé que se les ocurrió a sus seguidores de la farándula. Tocaron el pito, formaron el batallón, se pusieron el dedo en la ceja, se grabaron y soltaron el vídeo de adhesión inquebrantable al líder a recorrer el mundo, esperando que el presidente les regara de subvenciones

Otros gestos, en cambio, valen más que mil discursos. Que el alikate de un partido que lleva en sus listas asesinos de policías ponga a los munipas a patrullar, en bici, las calles de Irroña es lo más humillante que se me puede ocurrir. Por lo menos ya no se los cargan, como a Pagazaurtundua, dirán los socialistas que le han regalado el trono. Solo un facha puede oponerse a semejante gesto a favor de la paz: la puta bicicleta. En fin, qué ciudad, cooooolega.

Si querían ridiculizarlos por completo y que fueran tomados a coña han acertado de pleno: casquito de calimero y pantalón corto de niño de parvulitos. Solo se me ocurre mejorar la cosa haciéndoles desfilar por las calles en vez de con sirena con unos cencerros en el culo, tilintolón, para que además de ridículos fueran identitarios, de aquí, de la tierra, la primera policía integral aberchándal del euskorbe

La bici, fuera de actividades deportivas, es un producto del tercer mundo. Yo veo a alguien en bici como medio de trasporte y automáticamente me imagino a un pobre chino muerto de hambre, superviviente de los grandes matanzas de la revolución cultural de Mao. 

Dona. Nótese la izquierda siempre colando nombres bonitos para ocultar la terrible realidad: la revolución cultural es la cultura del genocidio o aquel defender la alegría, con cara de koreano deprimido, mueca de sonrisa forzada en el careto, aplaudiendo a su líder supremo, no vaya a ser que los mande al campo de reeducación -como mandaba Fidel Castro a los homosexuales en Cuba, por cierto-, es decir, de exterminio.

En cuanto pudieron los chinos pasaron a la moto y en cuanto se volvieron capitalistas, es decir, civilizados, al coche con su aire acondicionado, su radiocasete, sus eleva lunas eléctrico y sus asientos mulliditos, nalgas sobre blando, como el temazo La vida cañón de Alcalá Norte que canta ahora la chavalada. Eso sí, manteniendo toda la estructura de poder comunista, la parafernalia roja que es una suerte de nobleza de la barbarie dentro del estado, un poco como aquí, que la izquierda vive siempre del sudor del pobre cúrrela, parasitando los impuestos que paga. 

Concretando, que me disperso. Mao se movía por el país del que era dueño en una imitación, fabricada en china, faltaría más, de un Chrysler Imperial. El coche del dictador comunista, valga la redundancia, calzaba un V8 de 215 CV. Uno no se carga a 65 millones de chinos para ir en bicicleta. O dicho de otro modo, el día que vean a Asirón circular exclusivamente en bicicleta y no en coche oficial, como ahora, créanse las bondades de semejante trasto para la vida diaria. Uno no exige que el PSOE le haga alcalde para tener subir en puta bicicleta, cada día, la cuesta del hospital.

En una ciudad donde el crimen se ha desbocado, no hay mañana de fin de semana que no nos levantemos con noticias de apuñalamientos, palizas, violaciones, robos... necesitamos una policía que nos proteja, no un cuerpo de gilipollas en culotte que solo sirva para hacer bonito en las fotos de Instagram, a mayor gloria del alikate.

Para estos casos en muy socorrido aquel tuit de Godivaciones, el de votasteis gestos, tendréis gestos, patrullando en bicicleta... y un hije que vuelva a casa de juerga, en el mejor de los casos, con una oreja colgando de un machetazo. Y eso es todo.

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