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Opinión / A mí no me líe

No hay nada más navarro que los toros

Por Javier Ancín

Solo hace falta revisar un poco la historia de esta tierra para ver que los toros nos han acompañado desde hace 2.000 años.

070718-4. Pamplona (Spain), 07/07/2018.- Fighting bulls from the ranch of Puerto de San Lorenzo stampede around a corner in the first 'encierro' or running-with-the-bulls during the Festival of San Fermin 2018 in Pamplona, Spain, 07 July 2018. The festival, locally known as Sanfermines, is held annually from 06 to 14 July in commemoration of the city's patron saint. Hundreds of thousands of visitors from all over the world attend the fiesta. Many of them physically participate in the highlight event - the running of the bulls, or encierro - where they attempt to outrun the bulls along a route through the narrow streets of the old city. (España, Estados Unidos) EFE/EPA/JIM HOLLANDER
Toros durante el primer encierro de los Sanfermines del 2018. EFE/EPA/JIM HOLLANDER

Si hay algo netamente navarro, desde al menos los romanos, que es como decir desde que entramos en la historia, en la civilización, son los toros. Los toros como acto religioso, como acto lúdico, como acto artístico.

Los toros en Navarra no son folclore, esa palabra que oculta casi siempre un pastiche inventado en el siglo XIX para homogeneizar pueblos para ser pastoreados por las élites con mayor facilidad, sino cultura. Cultura con mayúsculas, sin otro propósito que el tejer continuamente un hilo entre lo que fuimos y lo que somos y, ojalá, con lo que seremos. Un hilo con el que explicarnos como seres humanos, como navarros, sin injerencias, sin monsergas.

No nos vamos a poner exquisitos un 7 de julio porque no es ni la fecha ni el lugar para dar la murga con la historia y con esas preguntas tan filosóficas de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, pero sí que al menos hay que dejar tres o cuatro datos para ver la dimensión del asunto.

Si se acercan a la villa romana de las Musas en Arellano, podrán ver, aparte de un espléndido complejo destinado a la producción de vino, un espacio que tiene por función el culto al toro, el taurobolio, presidido por un ara con la cabeza esculpida de ese animal. 2.000 años de historia de Navarra ligada al toro.

Si avanzamos un poco más, damos con San Saturnino, el obispo que bautizó a Fermín, posteriormente santo que daría nombre a las fiestas de Pamplona, y que fue ejecutado atado a un toro que lo arrastró hasta su muerte.

Si seguimos escarbando llegamos a que la primera corrida de la que hay constancia en Navarra fue organizada por el rey Carlos II a la temprana fecha de 1385. Y si nos ponemos estupendos, aún más -ser navarro es lo mejor del mundo-, podemos afirmar que lejos de lo que la gente cree, que es un invento andaluz, las primeras cuadrillas de toreros a pie que surgieron en la historia fueron navarras.

Haciendo memoria, no recuerdo dónde (escribo desde el tendido vacío de la plaza, después del apartado, y no puedo consultarlo), una vez estudié una documentación de la Edad Moderna en la que se detallaban con tanta minuciosidad los festejos taurinos durante las fiestas de san Fermín, que se podía leer incluso un menú con más de 20 platos con el que la autoridad competente agasajaba a sus invitados al espectáculo taurino en la plaza del Castillo.

Las grandes meriendas actuales de los toros son una herencia que nos acompaña desde hace al menos tres o cuatro siglos. No hemos inventado nada. Ponernos hasta el culo de magras con tomate o langostinos o pasteles de postre con bien de vino después del tercer toro es, lejos de un acto bárbaro actual, un refinado ritual con el que honramos lo que fuimos, lo que somos, lo que seremos como navarros.

¿Y por qué los ataques contra los toros en Navarra, siendo parte de nuestra esencia, de nuestra idiosincrasia, de nuestra cultura, lejos de ser combatidos desde las instituciones son, ya sin disimulo, abanderados por ellas? Fácil. Cuando el nacionalismo vasco ataca contra ese hilo que nos hace navarros a lo largo del tiempo lo que está buscando es despojar a un pueblo de su esencia. Si rompes ese cauce que nos llevó del ayer al hoy, puedes llenar con mayor facilidad el hueco resultante del estiércol ideológico que quieras, para hacer con esa sociedad lo que te dé la gana.

Ese es el fin último del proyecto de desnavarrizar Navarra puesto en marcha por el abertzalismo vasco y que no descansa ni en fiestas, quedársela para ellos. Y eso es todo.

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