• jueves, 25 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Navarra podría ser, pero no es

Por Javier Ancín

Quizás es el rasgo más navarro que tengo, perfecta simbiosis con el territorio, parece que sí pero al final es que no.

Y es que nada me da más asco que aguantar como un peñasco a que pase el invierno... y cuando parecía que ya, canturreando, pues no, aquí sigue, la segunda vuelta, los 400 golpes de Truffaut, uno detrás de otro, congelados, sobre las cosquillas.

Me deprime el frío, como tantas otras cosas, que podríamos resumir en lo que pudo ser y nunca es.

Soy especialista en estos pensamientos, en darme cuenta del milímetro que separa el éxito de fracaso, el pudo ser y no es. Colecciono, como otros coleccionan sellos, momentos así, episodios, recortes, escenas, como la de aquel químico uruguayo de origen belga Jean Louis Valencianne, que unos segundos antes de atender la llamada de la academia sueca para comunicarle que había ganado el Nobel, cayó fulminado sobre la poyata de un infarto. Nadie descolgó el teléfono y el galardón se perdió para siempre. Pudo ser, solo con haber conseguido estirar el brazo, pero nunca fue.

Quizás es el rasgo más navarro que tengo, perfecta simbiosis con el territorio, parece que sí pero al final es que no.

Navarra tiene unas condiciones privilegiadas sobre el papel que luego cuando bajas al suelo no se concretan nunca en nada.

Navarra, que tiene kilómetros y kilómetros de Pirineos, no tiene ni un remonte que echarse a la entrepierna para bajar luego laderas. La Rioja tiene hasta estación de esquí propia: la coqueta de Valdezcaray. Navarra, que tiene kilómetros y kilómetros de frontera con Francia solo tiene unos pequeños capilares que la conectan, inservibles para el comercio real, que todo él se va por la arteria femoral de Irún, a pesar de que el País Vasco solo roza con los franceses una línea de 10 kilómetros.

Los mismos 10 kilómetros que nos faltan para tener mar y que ningún aberchandal naburro exige a ningún aberchandal vasco fetén, para que la diputación foral tenga al menos un puerto donde poner la bandera de las cadenas y el cazo de los dineros.

Lo que podría ser Navarra con un puerto marítimo -con una playa al menos-, con ese paso fronterizo de Biriatou.

A modo de ejemplo del Dorado del que no nos llega ni las migajas. Los años que curré en una petrolera, siempre se comentaba por las oficinas centrales, que la gasolinera de Europa que más litros vendía era la de Oyarzun, en la autopista, última estación, y primera, antes y después de la frontera de España con Francia. Lo cerca que estamos de la pasta y nunca la rozamos... merde.

Ayer hablaba con el técnico del lavavajillas que vino a casa de lo rozando que está Osasuna de la final de Copa. Me dijo que ya había mirado apartamentos para ir a Sevilla y todo con su mujer y su crío pequeño. No quise decirle nada por no aguarle el sueño pero esto yo ya sé cómo acaba. Llegará Sancet, canterano de Tajonar, y nos meterá en la ida y en la vuelta, como el hat trick se cascó en el Sadar hace un año. Aún lo haremos internacional, veréis, y solo nos quedará el consuelo de que en el pecado llevará la penitencia.

En fin... a ver si termina por salir el sol de una puta vez que este invierno, especialmente, la luna ya me sabe a poco. Y eso es todo.


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Navarra podría ser, pero no es