• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Los Oscar ya no interesan a nadie

Por Javier Ancín

Esperar era un fastidio pero en el fondo nos hacía bien. Y no solo con el cine, las revistas, también con la música.

No se cuándo se nos jodió el cine, Zavalita. Ese momento en el que dejamos de ir a las salas, de interesarnos por las películas, de esperar estrenos que a provincias llegaban cuando podían. Se ha perdido el ansía de la espera, la ilusión que ese ansia alimentaba. Internet, que es una herramienta estupenda pero no infalible, la ha matado. Ya no se sabe esperar, ya no se sabe desesperar esperando.

"¿Ha llegado ya la Fotogramas o la Cinemanía? (Tampoco es que buscáramos el Cahiers du Cinéma). No". Y volvías al día siguiente, con más ganas. Cada mes era la misma historia. Ya no se engorda el hambre. Ahora solo comes. Abres la despensa infinita y picas, sin entusiasmo. Y vuelves a picar al segundo aún con menos entusiasmo.

Esperar era un fastidio pero en el fondo nos hacía bien. Y no solo con el cine, las revistas, también con la música. Buscar una canción o un disco era volverte loco. Si lo encontrabas te volvías loco, efectivamente, pero de alegría. O las cartas, que lanzabas un morterazo y la incertidumbre de la respuesta podía tardar semanas. Ahora la granada de mano lanzada contra la trinchera de enfrente que es un WhatsApp, si no obtiene respuesta en segundos... minutos, jamás horas, el silencio es la ruidosa, la atronadora respuesta.

Otros usos, otras costumbres. Es lo que hay. Antes nos decían que no, rotundo, ahora lo rotundo es la nada.

Recuerdo haber peregrinado a San Sebastián en alegre convoy de autos locos y viejos, con los compañeros de universidad, en busca de una sala con sonido THX en los Astoria, cines que ya ni existen, para ver el episodio I de La Guerra de las Galaxias.

O también en San Sebastián, aquellos mismos años, colarnos en el hotel María Cristina en alguna rueda de prensa de su festival de cine, con la complicidad de algún acreditado. Era divertido. Puede que lo divertido fuera ser joven, tampoco es descartable. Hoy los chavales seguro que también se divierten parecido, la sensación, no lo que la provoque, claro.

Quizás veíamos las películas nominadas, todas, y hacíamos quinielas de ganadores porque no teníamos otra cosa que hacer. Yo qué sé. Un año incluso pedimos prestado un salón en un hotel a cambio de tomarnos unas cervezas para ver los Oscar un grupo majo durante toda la noche . ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No creo. Cualquier tiempo pasado fue nuestro, más nuestro, que es como crees que es el tiempo cuando eres joven: tuyo. Solo es eso.

De aquello hace más de 25 años. Quizá se jodió ahí. Siempre hay una cumbre luminosa desde la que ya solo desciendes despacio, nadie se mete en la cama renacentista y se levanta barroco, hacia la oscuridad.

Hoy han sido los Oscar y ni me he enterado. Sé que estaba nominada a mejor película Maverick, la segunda parte de Top Gun, porque fui a verla al cine, entre semana, la sala llena, con mis amigos de siempre. Rodeado de otras cuadrillas similares de cuarentones con palomitas, todos gritando, vitoreando y aplaudiendo cada escena épica, cada plano de Pete "Maverick" Mitchell, cada demencial maniobra del F-18. Volver a tener todos quince años fue maravilloso.

Yo le habría dado el Oscar solo por conseguir una peli como las de antes, un canto del cisne de mil millones de dólares de recaudación en taquilla. Un último baile de la industria de siempre. Steven Spielberg fue más elocuente en una conversación que cazaron las cámaras cuando le soltó a Tom Cruise que había salvado el culo a Hollywood y también la distribución en las salas de cine.

No se lo han dado. Era de esperar, volvemos a ser adultos. Los finales bonitos solo se dan en el cine, en el cine que no se hace en España, que aquí todas acaban mal, como decía Gil de Biedma que acababa nuestra historia. Y eso es todo.


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