- jueves, 05 de diciembre de 2024
- Actualizado 10:26
El fascismo es una cosa maravillosa. Vivimos en una época donde todo es fascismo. El fascismo nos rodea hasta unos extremos que nos lo llegan a decir hace décadas y no lo hubiéramos creído. Morarás tiempos fascistas y horas fascistas y espacios fascistas y colores fascistas y sabores fascistas e incluso alturas fascistas.
Ayer, sin ir más lejos me ocurrió esto último. Estuve con los amigos en el concierto de Depeche Mode en Bilbao, teníamos entradas de pista, llegamos un poco tarde, nos pusimos detrás y como el escenario estaba a una altura fascista, demasiado bajo que decíamos antes de estos tiempos modernos, no vimos casi nada. Un metro más de altura y habríamos acabado con el fascismo.
Los que invocan el fascismo igual les sirve para un roto que para un descosido. Si escuchas a alguien llamar a algo fascista ya sabes que también se lo puede llamar a su contrario. Es fascista la sal pero también es fascista la ausencia de sal.
- Esta comida está fascista, camarero, tráigamela más sosa o tráigame el salero y acabemos de una vez por todas con el fascismo.
Lo bonito del fascismo es que con solo apelar a él, ya te sitúas, voilà, en el lado de los buenos, los justos, los puros, los que siempre tienen buenas intenciones.
- Quería quemar este hilo fascista pero ha prendido toda la camiseta y con ella la cocina y después todo el piso y por último hemos tirado abajo el edificio entero.
- Mecachis, nadie dijo que fuera fácil luchar contra el fascismo. Te honra haberlo intentado, aunque ahora la totalidad de la calle sea cenizas. Da igual, son escombros fascistas.
El fascismo siempre es a gusto del consumidor. O a disgusto. Vaya día más fascista que nos ha salido, con esta lluvia y este frío. El horror ha vencido a nuestras ganas de que el fascismo no invadiera las previsiones climatológicas. Hemos perdido, pero con un paraguas que solo es fascista si se lo metes a otro en el ojo, saldremos adelante en nuestra lucha contra el fascismo.
El fascismo es tan moldeable como un chicle. Es mágico el fascismo, por poder, el fascismo puede ser y no ser aunque se aplique a una misma cosa. Miren ahora en Irroña, todos esos del Psoe y del partido de la eta y del partido de las nueces de la eta que expulsaron a una alcaldesa porque quería cortar de forma fascista unos árboles por donde la plaza de la Cruz, ahora callan con la tala salvaje de esos mismos árboles en la cuesta de Beloso por parte del alikate Asirón.
Asirón ha inaugurado una nueva era, la de los árboles fascistas y por eso ha dejado aquello arrasado, para que cuando subas andando en verano, un sol de justicia, que a ver quién tiene huevos de entre sus acólitos de llamarlo fascista, te achicharre.
Más de un centenar de árboles fascistas han sido reducidos en Irroña a serrín porque Asirón lo ha querido. Y quien se queje, facha. Y eso es todo.