Hace tiempo que no reciclo. Desde el primer reinado de Asirón. Después de décadas separando, clasificando, aceptando la incomodidad de tener en casa un vertedero de cubos, me aburrí y lo dejé. Una bolsa y cuando se llena al arcorque, como antaño, cuando los basureros iban en el pescante trasero de aquellos camiones plateados. Que viva la tradición.
Cuanto más reciclaba más nos echaba la bronca el poder aberchándal, siempre obsesionado con el negocio de las basuras: mal, muy mal, lo hacéis todo completamente mal, os estáis cargando el planeta, fascistas; y nos metía un nuevo cubo en casa para facilitarles a ellos y a sus amigos los empresarios la recogida.
Cuanto más trabajábamos para darles gratis la materia prima a las empresas que los políticos decidían que iban a forrarse a nuestra costa, afinando la separación de la mierda y así ellos solo tengan que usarla para transformarla y venderla, es decir, ganar dinero, más nos hacían sentir culpables con que estábamos matando a las focas del ártico por no haber tirado la tapa del yogur al contenedor correcto.
Negocio redondo, para los aberchándales y sus amigos empresarios, que a nosotros no hacían más que subirnos los recibos de la recogida de basuras. El ciudadano en este trapicheo del que es parte fundamental no gana nada. Nada concreto, humo el que quieras: enhorabuena, acaba usted de salvar una ballena... para que la cacen los japoneses y hagan sushi con ella.
Yo por no tener, soy un nómada, un jipi moderno, un anarquista de ducha diaria, no tengo ni tarjeta con la que abrir el contenedor. Que le den al aberchándal de la Mancomunidad que tiene sueldazo y una sede faraónica que se ha construido recientemente a nuestra costa. Que lo separe él, que se gane el jornal y el derecho a ese lujoso despacho con vistas que se ha montado.
Todo esto sucede en una ciudad como Pamplona que se ha vuelvo peligrosa. En Irroña da miedo circular solo, sin tilde, en cuanto se pone el sol, y a veces también, sin necesidad de que anochezca. Pamplona ya no es una ciudad segura, Pamplona es una ciudad que empieza a meter miedito.
Pues bien, en una Irroña aberchándal cada vez más violenta, agresiva, con un número de violaciones y palizas y robos en aumento, es más probable que yo tenga problemas con la policía que los que atentan contra la ciudadanía, los que violan, los que agreden, los que roban.
El alikate del partido de la eta en vez de reforzar la seguridad de las calles, nos acaba de anunciar que va a poner a patrullar a los munipas por los contenedores, a ver quiénes dejamos la bolsa fuera o no metemos correctamente el vidrio en el contenedor. ¿Sigue siendo incorrecto depositar un vaso roto en el iglú ese, los envases de cartón de pizza manchados de grasa hay que llevarlos al contenedor de restos y no al de papel, porque pringosos no se pueden reciclar? Yo qué cojones sé ya… el caso es que me van a perseguir antes a mí, un inofensivo ciudadano cuarentón que siempre contesta a las encuestas telefónicas en solidaridad con los sufridos teleoperadores, que a los peligrosos delincuentes que campan a sus anchas por la Irroña. Estupendo.
Cuanto más presiona la policía municipal del alikate Asirón a los inofensivos ciudadanos, más se ha disparado en Irroña la inseguridad. Es más fácil multar un coche en doble fila de una madre que va a buscar a sus hijos al cole, con mucho ardor guerrero y formas desagradables, que evitar, como el otro día, que a un currela en Yamaguchi para robarle 5 € le dieran de hostias hasta casi matarlo unos latinos se supone que de alguna banda organizada.
Pues nada, que nos multen por tirar la cáscara de la naranja del zumo a restos en vez de al de orgánico. Qué más da, en la Irroña aberchándal nunca pasa nada. Pues que siga sin pasar y disfrutemos de lo que ha votado el PSOE, que este alikate es cosa de Txibite y Sánchez. Y eso es todo.
