• jueves, 25 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Que viva el turismo cutre

Por Javier Ancín

Hay que viajar. Pocas cosas se me ocurren más placenteras. Además de que molestas a un montón de gente, claro, que eso siempre ayuda a disfrutar la actividad que sea. Placer sobre placer ver rabiar al personal. 

Turistas en Segovia. ARCHIVO,

Llenas la mochila, el depósito del coche, eliges un par o tres de hoteles y ya se te ponen de uñas los del decrecimiento: hace falta ser facha para viajar por viajar, sin más motivo que el de cargarse el planeta. Los del cambio climático -emergencia climática lo llaman ahora, aún más impersonal del ya impersonal cambio climático, que desterró al calentamiento global, más concreto y por lo tanto con más posibilidades de concluir que es trola porque no acierta sus vaticinios- también se te cabrean por viajar en vehículo de combustión fósil con sus emisiones y sus gases, como si fueran digestiones pesadas, que oh, Dios mío, atentan contra el clima. 

Ahora, si decides salir de casa, también molestas a los del turistas go home, que se piensan que el mundo es suyo. Las calles, los bancos, los edificios, los cafés, los museos y los metros son solo para que ellos los disfruten. 

Curiosamente estos son los mismos que luego abogan por la supresión de fronteras, pero en su ciudad que no entre nadie a sacarse una foto frente al ayuntamiento o a tomarse una cerveza en una terraza de la plaza mayor, sin hacer daño a nadie, sin meterse con nadie, pagando religiosamente, sin robar nada, comprando alguna tontería local para pegar en la puerta el frigo. Da igual, hay que apedrear a los turistas hasta que se vayan del pueblo para luchar contra la emergencia climática y salvar la tierra.

Todo atenta contra el clima. Y contra el planeta. Sobre todo los ciudadanos inofensivos, del montón -los que no poseen grandes aspiraciones vitales, sin complejos sistemas de pensamiento filosófico que guíen sus destinos-, que deciden pasar unos días viendo otros escaparates, otras ciudades, solo por el gusto de conocer sitios diferentes. 

Yo, que antes también era un esnob que me consideraba viajero y miraba con superioridad al turista, he salido de eso y a punto estoy ya de empezar a sacarme fotos también simulando sujetar, jugando con la perspectiva, la torre de Pisa.

A mí el turista de masas me cae bien, y cuanto más rebaño y cutre sea, tras un guía comentado los siempre falsos mitos locales, sin hacer mucho caso, tranquilos, paseando sin molestar a nadie, mayor estima le tengo. ¿Por qué no va a poder esta gente moverse por el mundo como les de la gana y por el motivo que les de la gana, incluso sin motivo, porque hacen feo? 

¿Por qué no va a poder fletar un autobús el club de viudas de Arrigorriaga para pasar unos días haciendo turismo en Cuenca, porque colapsan la ciudad buscando el mejor mirador? Todo es más importante para estos salvadores de ballenas y luchadores por la paz universal que el ser humano.

Estoy hasta el ciruelo del mundo para élites que nos están preparando, donde si no tienes un coche eléctrico, un poder adquisitivo elevado para acceder a los precios de locos a los que se están poniendo los alojamientos sostenibles, unos motivos intelectuales casi místicos para pasearte de aquí para allá, te tienes que quedar en casa y no molestar, que atentas contra el planeta que ya sólo van a disfrutar los ricos, los políticos y los sindicalistas. Al populacho, que le den. 

Pues mire, no, conmigo que no cuenten. Que vivan los grupos de turistas de masas. Salgan ahí fuera y disfruten del puente, a puñados, y a quien no le guste vernos que cierre los ojos. Y eso es todo.


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Que viva el turismo cutre