- viernes, 13 de diciembre de 2024
- Actualizado 21:08
No se esta cargando, me anuncia al iPad cuando le conecto el cable y aparentemente la electricidad fluye hacia la batería. No se está cargando, pues muy bien, detecta la clavija en el puerto, todo parece estar como tiene que estar pero el proceso no se completa. No se está cargando... sacas, tiras, mueves, conectas otra y vez y mismo mensaje. A tomar por culo el cable. Está ya me la sé, 30€ para uno nuevo.
Aquí no hay nada, sólo una simulación, una pérdida de tiempo que afortunadamente te anuncia el trasto antes de que pasen los minutos, creas tenerlo listo para el viaje y te lleves el susto sentado en el avión, cuando vayas a corregir esa novela, o a empezarla, y no haya batería.
La instalación estéticamente es perfecta, todo tan mono, tan bien diseñado, tan aparente pero agua, el proceso es de una inutilidad absoluta. No sirve para nada, vamos, un poco como el parlamento europeo, me digo. Y decidí entonces que no iba a votar en las elecciones de junio a Europa por eso mismo, porque para qué, si esto de Europa es un no parar de derroche de pasta, precioso todo, eso sí, finísimo, estéticamente un primor, y que lo único que le llegue al ciudadano es el incordio de los tapones de plástico amarrados a sus envases.
Durante un tiempo en mi vida, pasé bastante por Bruselas por eso de las compañías de bajo coste que ya no existen porque los pobres es mejor que no viajemos, un poco como la guerra contra el apartamento turístico, que es para lo mismo, que los pobres no viajemos, a pocos ricos habrás visto tú en esos alojamientos.
Decía que durante un tiempo ya remoto me tocaba hacer bastantes escalas en el aeropuerto de Bruselas, sede de una de esas compañías asequibles que te llevaban por media Europa en un segundo salto, y te cruzabas con europarlamentarios con sus maletas, corriendo para no perder el avión que los devolviera a casa, que venían a su vez corriendo del parlamento al que habían ido solo a registrar su entrada para cobrar una dieta más.
Míralos, siempre pensando en nosotros, qué majos, cómo se sacrifican, viviendo de primera clase en primera clase, con sus maletas completamente alejadas de la realidad, sus bolsas de bombones Godiva para la familia, cobrando cada uno de ellos un sueldazo descomunal para lo que hacían, que era nada.
Europa ya solo es la excusa que utiliza Sánchez o Txibite para la toma de sus decisiones incómodas: no soy yo, son ellos, los de allí, Europa, quien nos lo ordena, que también somos nosotros, pero que no te lo dicen porque siempre es mejor un es que que un asumir responsabilidades. Sí, qué pasa, gobernar es tomar decisiones incómodas, no solo escribir un relato mentiroso siempre que vender a la ciudadanía para engañarlos y que te vuelvan a votar.
La mejor aliada que ha tenido estos años el sanchismo ha sido la pepera europea Von der Leyen, pero eso no te lo cuentan. Como tampoco te cuenta Pernando Barrena, al que ayer vi en un vídeo y me sorprendió lo cascado que está - qué viejos se han hecho todos los etarrillas- que solo con una legislatura de europarlamentario, entre chistus y flautas, sueldo base, pluses varios, dietas, sin contar que tienen 30.000 euros al mes para contratar asesores, es decir, para llevarse con ellos a amigos a chupar del bote; se habría metido en la cartera, tirando por lo bajo, medio millón de euros.
Los antisistema, los que quieren derribarlo, pero ya si eso la siguiente legislatura, cuando ya no esté, que no sé si seguirá estando, ojo, que si no la siguiente, como el desparramado Urban, ese de Podemos, o como se llame ahora Podemos o Sumar o PSOE marca blanca... al que siempre fotografía durmiendo con babilla, en aviones que no deben de contaminar -tú en bicicleta-, algún tuitero para chotearse de él por las redes.
Si nosotros el populacho somos la tableta que no se está cargando ellos en cambio son el transformador que sí que se pone calentito en todo el proceso inútil. Me da igual quien mande en Europa, todos me van a obligar a seguir bebiendo del botellín con el tapón incrustado en el ojo, pues que les vote quien quiera quedarse tuerto. Y eso es todo.