El PSN, fiel a su tradición, es una compañía teatral de corruptelas disfrazadas de partido político, donde los enchufes son el pan nuestro de cada día y las dimisiones, meros intermedios para retocar el maquillaje.
Ah, los teatrillos. Qué afición tiene el PSN por la pantomima. La comunicación política en el partido de Txibite ya solo se dedica a transmitir representaciones dramáticas. Hacer creer, en eso consiste… es decir, en engañar. Podrían trasladar su sede del Paseo de Sarasate a la Calle Comedias, justo en la esquina con San Nicolás, donde está Servinabar. Nos ahorraríamos una pasta en coches oficiales.
Allá por junio, Producciones PSN escenificó una buena farsa: Ramón Alzórriz dimitía de todos sus cargos dentro del PSOE navarro –una gilipollez tan grande como si yo dimitiera de todos los cargos en mi casa, anunciando solemnemente que dejo de ser portavoz de la lista de la compra y renuncio a la jefatura de cocina de las lentejas de los lunes–.
¿El motivo? Tener enchufada a su pareja en Servinabar, la gruta de Alí Babá de Cerdán, el jefe de Txibite y mano siniestra de Sánchez en Navarra.
¿Y esta dimisión de cargos privados en qué consiste, en qué nos afecta a los que no somos socialistas? En nada. El sainete solo tenía un objetivo: sacar de foco a Coronalzórriz y que disfrutara de un verano a cuerpo de rey, con la pachorra de quien cobra un sueldo público como parlamentario foral por el PSOE, sin la presión de los medios jodiéndole la cervecita en el chiringuito gaditano.
En resumen: proteger a la mano siniestra –la otra siniestra, en este caso– de Cerdán en Navarra, evitando que saliera cada día en los papeles, que ese ruido no conviene.
¿Lo han echado del partido? ¿Lo han expulsado del grupo parlamentario, desterrándolo al grupo mixto? Sí, por los cojones, que en Navarra es como decimos no.
Llegado septiembre, el PSN de Txibite –esa presidenta que no manda, sino que le mandan, y que para revolverse contra esa evidencia solo es capaz de enarbolar la carta del machismo (y si no le funciona, no descartemos que tire de la del cambio climático, como su jefe Sánchez)– ha colocado a Ron Damón Coronalzórriz nada menos que como portavoz socialista en la comisión de Interior, Función Pública y Justicia en el Parlamento de Nafacroa, nuestra particular charca de sapos y ranas.
Si mantienes a un cuerpo gangrenado como Alzórriz en el partido –lo dijo él mismo hace dos meses: “He dimitido de los cargos dentro del PSOE porque Txibite ya no confía en mí”–, sin amputarlo, solo puede significar una cosa: que la infección no empieza ahí, sino que el origen está más arriba, mucho más arriba.
Solo conseguirías cortando por ese punto que se cabree el miembro del miembro, qué ironía –la letra de Blues de mi escalera de Sabina parece hablar entera del PSN–, con los que están igual de pringados y os la líe. Coronalzórriz, otra cosa no sé, pero fama de venado tiene un rato largo.
El PSN, fiel a su tradición, es una compañía teatral de corruptelas disfrazadas de partido político, donde los enchufes son el pan nuestro de cada día y las dimisiones, meros intermedios para retocar el maquillaje.
Txibite y su troupe siguen riéndose en nuestra cara, mientras Navarra les paga la entrada en su particular corral de la Patxeka.
¿Hasta cuándo aguantará en cartel este culebrón venezolano? Cuanto antes baje el telón, ese bochorno que nos ahorramos los espectadores. Y eso es todo.
