• martes, 10 de diciembre de 2024
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Opinión / A mí no me líe

La servilleta de cuadros de los aberchándales en San Fermín

Por Javier Ancín

Aquí murió uno... justo aquí, comento. ¿Cómo lo sabes? Porque hasta hace unas semanas había una placa que lo recordaba, ahora solo está el hueco, el silencio atronador del espacio vacío.

Desde aquí, desde mi casa, veo la playa vacía... llena de lluvia, canturreo, mientras apoyada la frente marchita en el cristal, muy cinematográfico todo, me termino el café mirando como si fuera una tarde de julio pero con frío y tronando. Ver las olas desde tu salón es triunfar en la vida, lo demás solo es artificio. Nos han robado junio como a Sabina le robaron el mes de abril. No hay tantos meses de verano en la vida. Junio este año no ha sido uno de ellos. No todo podía ser perfecto.

Ya está aquí subiendo por Santo Domingo, santo viernes en realidad, el mes sanferminero y ya huele a toro y a madera mojada. ¿Por qué el vallado siempre parece como húmedo? Me lo preguntaron el otro día que acompañé a un grupo de amigos de un amigo que pasaban por Pamplona y querían ver/sentir/ comprender el recorrido del encierro. No lo sé... siempre ha olido así.

Aquí murió uno... justo aquí, comento. ¿Cómo lo sabes? Porque hasta hace unas semanas había una placa que lo recordaba, ahora solo está el hueco, el silencio atronador del espacio vacío. El alikate aberchándal decidió arrancarlas porque las había puesto la alcaldesa Ibarrola. El odio que tiene esa gente dentro hacia todo lo que huele a UPN es de estudio.

En realidad, el odio es hacia todo lo que no deciden ellos. Si no lo hago yo, lo destruyo. O yo o escombros. ¿Unas chapas que honraban a los fallecidos en el encierro también les molesta? Sí. Mucho. Lo insignificante es lo que más les saca de quicio, porque es donde se ve que en realidad todos somos iguales... donde se observa con más nitidez que todo lo suyo es puro artificio.

Todo les molesta a los aberchándales. Fíjate bien, con ellos es imposible el consenso, ni la convivencia. Ninguna. Necesitan que todo tenga su sello. Desde lo más grande a lo más nimio. Todo debe pasar por su colador. Todo tienen que filtrarlo. Todo tienen que hacer creer que es gracias a ellos, su obra. Todo tiene que ser homogéneo, todo tiene se estar prieto, sin fisuras por las que corra ni un gramo de nomya de disidencia sino de simple matiz. Todo tiene que ser uniforme... con su uniforme.

Mira, el populacho decidió libremente, ahí no entró nadie, no hubo un plan ideológico/político y por eso nadie en realidad sabe de dónde surge, unos dicen que de está peña otros que de este otro gremio, que el atuendo festivo constaba de un pañuelo rojo, y así se fue extendiendo popularmente por Navarra en cada celebración patronal.

Da igual de donde surgiera, la gente lo adoptó poco a poco y se convirtió en símbolo. Lo tradicional, lo verdaderamente tradicional, nunca tiene un punto de arranque reconocido, porque no nace con ninguna vocación de ser un mensaje.

Pues bien, eso también les molesta, les molesta tanto que la gente adopte algo que ellos no han decido, sin significado real, que de un tiempo a esta parte le han declarado la guerra hasta al pañuelo rojo. Otro símbolo facha.

El aberchándal tiene que diferenciarse, no puede compartir nada con el enemigo, ni algo tan inocente y despolitizado como un pañuelo rojo, y están empeñados en sustituirlo por una servilleta de cuadros blancos y negros, conmigo o contra mí, nosotros contra ellos, nosotros contra los putos fachas. Este es nuestro símbolo, solo nuestro, cargado de ideología y de política. Que se note, que se nos note. Y queremos imponerlo a todos. Lo lograremos, te dicen, como hemos logrado otras imposiciones. Pues muy bien.

Y continuamos el paseo, por la Estafeta, ascendiendo. Fijaos, esto no se aprecia por la tele, que esta calle larga tiende a subir, como yo subo a tender la colada de camisetas en el apartamento Mediterráneo que sé que me espera, para descansar de Irroña, en unas semanas. Aunque sigas suspirando, por algo que no cierto, aberchándal... deje que corra el aire (que huele a cuco, Mijail) y digámonos adiós. Y eso es todo.

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La servilleta de cuadros de los aberchándales en San Fermín