• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

El Sur de Victor Erice

Por Javier Ancín

Quiero volver al pasado porque en el pasado éramos alguien. Incluso podríamos ser felices. Sin asumir que en el pasado serías la misma insignificante persona que eres hoy, esperando apiñado en la marquesina a que pase la Villavesa que te lleve en circulo a ninguna parte.

Se acaba el año y volvemos a empezar. O volvemos, a secas, como ese Agustin Arenas que regresa a su casa por ese camino que más que un camino es un sumidero, con la maleta sin abrir, incapaz de tomar el tren que le llevaría al paraíso, en la película El sur de Víctor Erice.

Esta semana volví a verla. Y me pareció aún mejor de como la recordaba cuando la vi por primera vez, aún sin bagaje, sin mochila, sin recuerdos, sin pasado.... cuando solo tenía futuro. Entonces podía intuirlo, ahora que he recorrido en moto primero de salida y después de vuelta, como en la película, esa carretera flanqueada por árboles, lo sé. La primera vez aún no sabía que incluso yo iba a trabajar una temporada en la Bene de Logroño, que en la peli son los exteriores del Hospital Provincial, o que iba a tomar café, muchos, en el mismo Café Barbieri de Lavapiés donde el protagonista escribe cuartillas.

Curiosamente El sur transcurre en el norte, entre el frío, siempre rodeado de frío, que del sur solo aparecen unas postales -el sur es solo un anhelo-, con un personaje atormentado porque no puede volver al pasado porque el pasado nunca puede ser el futuro. Cuando lo entiende se quita de en medio.

En el norte en el que he crecido siempre vivimos en el pasado. Ese es nuestro drama. Discutiendo eternamente sobre siglos que ya fueron, intentando hacerlos absurdamente el futuro, sin darse cuenta el personal de que nada de eso es posible. Quizás porque nada de eso en lo que crees, ocurrió. Solo es un mecanismo de defensa psicológico para soportar tu anodina existencia, tu piso de paredes desconchadas, tu trabajo de colmena, tu alienación como persona, eres completamente igual a la persona que tienes al lado, en la cadena de la fábrica, en la cola del paro, en la barra del bar del barrio, que no tiene ningún rasgo que lo distinga de otros barrios de otras ciudades.

Quiero volver al pasado porque en el pasado éramos alguien. Incluso podríamos ser felices. Sin asumir que en el pasado serías la misma insignificante persona que eres hoy, esperando apiñado en la marquesina a que pase la Villavesa que te lleve en circulo a ninguna parte.

Hace unos años se puso de moda el tema de las reencarnaciones, quizás un poco por lo mismo, para soportarlo. Hoy no soy nadie, pero ayer fui Cleopatra, porque todos los reencarnados eran Cleopatra, a ninguno se le podía pasar por la imaginación que pudiera ser el que limpiaba los establos de Cleopatra, por decirte alguien que ayer tampoco era nadie.

Volver. Como Víctor Erice, que vuelve al cine después de 30 años, con 82 castañas, sospecho que ya también tarde, estrenando película, si no se le tuerce, que no sería la primera vez, este año en el que vamos entrar.

La veremos. Vete tu a saber... a lo mejor el director ha encontrado por fin el camino al sur, rompiendo amarras con esa casa del pasado convertida en presente absurdo que tira también de él, como un agujero negro sobre el que orbitan planetas y satélites, sin poder romper la fuerza gravitacional que los lleve a otros soles. Y eso es todo.


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El Sur de Victor Erice