• sábado, 07 de septiembre de 2024
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Opinión / A mí no me líe

El abertzale es ya solo una vieja del visillo

Por Javier Ancín

Lo que odia España la izquierda, me dije, para ponerse a defender todo el rojerío en tromba, como energúmenos, a ese paraíso fiscal.

Cientos de personas disfrutan de la final de la Eurocopa en la plaza Yamaguchi
Cientos de personas disfrutan de la final de la Eurocopa en la plaza Yamaguchi en San Fermín. MAITE H. MATEO

Toda vacación empieza con unos huevos fritos en el Landa y termina en el mismo lugar, pero está vez con los huevos estrellados. A Mordor se entra por Pancorbo. A la altura de Alsasua la depresión posvacacional ya es estrés postraumático. Siento el horror de Apocalypse Now remontando la autovía /autobia de la Barranca.

Cuentan que hay un medio hombre, medio jabalí, convertido en Dios cansado, que no piensa recibir a ninguno de los campeones de la ciudad, al final de este río. Se ha atrincherado, cuentan, liderando un cuerpo policial de élite: los bicimunipas cascos verdes.

Del verano del amor mediterráneo a los 12°C de esta noche pasada en Pamplona. Creo que al amanecer ha saltado la calefacción de casa programa por defecto a 18°C. De los depósitos de gasolina a 50€ en Gibraltar a los 80€ de Irroña.

El 14 de julio de di una vuelta por The Rock, a pulsar el ambiente, a sentirme como en casa rodeado de ingleses de camelo, y lo primero que me sorprendió es que allí había un Eroski: First floor, Eroski, ponía en el parking donde dejé el coche. Con un par. Tengo una foto, en plan risas, con la mano en el corazón. Quizás la enmarque.

En el salón tiene que hacer bonito, para que la vean los amigos aberchándales socialistas y me digan que los impuestos son para sanidad y educación y blablablá. Lo segundo, el precio de la gasolina, que te ahorras 30€ por depósito, y aún así ganarán dinero, colega, porque ninguna empresa sube la persiana cada mañana para perder pasta.

Para lo tercero tuve que esperar a la celebración de la selección española, cuando les dio a los jugadores por gritar Gibraltar español, en plan coña, por vacilar un rato y echar unas risas.

Lo que odia España la izquierda, me dije, para ponerse a defender todo el rojerío en tromba, como energúmenos, a ese paraíso fiscal. Si pudiera me haría gibraltareño mañana mismo, tienen unos impuestos bajísimos y la izquierda española te mete en el saco de los buenos, en el de los antifascistas y luchadores por un mundo mejor. Ni tan mal.

Qué bonito es salir de aquí y olvidarse de la turra, por cierto. Da gusto el veraneo lejos de las manifas y los carteles y las pancartas de los aburridos cuarentones barra cincuentones del tendido de sol. Como la cabra tira al monte y yo no dejo de ser una cabra macho, después de la victoria de España bajé a la piscina con la camiseta de Osasuna -era lo único rojo que me llevé-, la de Merino, iba diciéndole a todos los guiris con los que me cruzaba, y me puse a celebrar a rondas de cervezas la Eurocopa con un chalado de San Sebastián que me encontré por ahí.

Empecé gritando yo soy estatal, estatal, estatal pero el giputxi me dio una colleja y me dijo que lo que pasa en Marbella, se queda en Marbella, joder, naburro, y por cantar cantamos hasta a Manolo Escobar con su que Viva España. No hay como ser los dos únicos españoles de la urba, sin testigos, para montar un pifostio patriótico de colorines rojos y amarillos que cantaban los Nikis. De esto no tengo documento gráfico. No grabes, que como se enteren de esto en Euskadi me matan.

Un poco como le pasó a Oyarzabal, que después del gol, ciego de felicidad, liberado de casi todas sus frustraciones de una travesía por el desierto, se fue a llevar la mano al escudo y lo reprimió en la última milésima porque si se enteran de esto en Euskadi, le matan. Aún le queda esa agonía con la que romper las ataduras. Luego colgó en Insta su mujer una foto con su bebé vestidos los tres con la camiseta de la selección española, que es una forma de decir, qué cojones, somos felices, ¿pasa algo?

No hay que renunciar voluntariamente a la felicidad, amigos. Hay que salir a disfrutar de la vida sin el vinagre fiscalizador de la turra, que te importe una mierda que te pongan una pintada llamándote traidor. ¿Traidor a qué, a tu amargura, a tu necesidad de vigilar al vecino para ver si se alegra o no porque gane España? El aberchándal es ya solo una vieja del visillo, una de las hermanas Izquierdo, que como ya no matan por ella, aún se desquicia más con las cada vez mayores muestras de desafección a la causa por parte de la juventud. Ah, el verano, qué maravilla y qué relajo deja en los cuerpos, cuánta luz y cuánta satisfacción y qué aire más limpio hay fuera. Qué gustico da respirarlo. Y eso es todo.

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El abertzale es ya solo una vieja del visillo