Iniciamos el ciclo de encierros como lo acabamos hace ya un año y el anterior y el anterior...
Sea o no por la aplicación del famoso antideslizante o porque vienen bien corridos en sus dehesas, la carrera presenta dos partes claramente diferenciadas. Hasta la Estafeta, torada agrupada y velocísima. Vamos, lo típico ante la falta de plan, tirar rápido, duro y sin mirar a más.
Ahí es donde se ha producido uno de los heridos por asta de toro, a la altura de Espoz y Mina, donde seguramente el damnificado habrá sido alcanzado por ese enorme bloque de carne de más de 1.000 kilos que componían los toricos de Puerto de San Lorenzo. Y no ha habido más porque, ya saben, ahí está el comodín del público, conocido popularmente como 'capote de San Fermín'. Pero sigamos.
La unión ha durado hasta que llega la parte de Estafeta. Entonces empiezan los huecos, las distancias y los toricos, en virtud de sus fuerzas, que empiezan a separarse al llegar a la curva de Teléfonica.
Aquí hemos tenido el otro momento de más peligro, con un toro rezagado y mirón que ha hecho por volverse y empezar a repartir tarjetas de visita, pero vamos, ha sido más que nada un 'amaguico', esto es, amago pequeño.
Así que antes de perder de vista a sus hermanos, nuestro protagonista se ha dado la vuelta y ha preferido llegar a salvo de los corrales donde recostarse a la espera de nuevos acontecimientos.
El resto de la historia también es la habitual de las carreras del día 7. Porque empieza a ser ya costumbre pararse una vez que has hecho tu carrera sin acordarse que quedan esos mansos de cola, auténticos titanes que con la velocidad adecuada han hecho premio en más de un despistado.
Alguno, por cierto, bastante desmejorado lo que ha provocado la puesta en marcha de un dispositivo especial de Policía Foral para acercarlo cuanto antes a la ambulancia. Una pena. Apenas ha empezado la fiesta y ya te tienes que despedir hasta el año que viene. Así es la suerte o la vida... pero eso es otra historia.