Una de ellas es la presencia de la ikurriña, la bandera de nuestra comunidad autónoma vecina, en los balcones municipales de Navarra.
La ley de símbolos de Navarra deja bien claro -porque para eso se hizo-, el uso de las banderas en las instituciones. Según su artículo 8.2 "ordinariamente, únicamente ondearán con la oficial de cada entidad local y en los edificios municipales, con exclusión de cualquier otra, la bandera oficial de Navarra, la de España en los términos establecidos en la Ley 39/1981, de 28 de octubre, y la de Europa cuando así se establezca formalmente".
Es más, la ley excluye expresamente cualquier otra bandera en el artículo 6.2: "El uso público de la bandera de Navarra como distintivo de edificio o sede administrativa excluye el uso conjunto y simultáneo de cualquier otra con ella, salvo la de España, la de Europa, y la oficial en cada una de las Entidades Locales de Navarra, cuando ello proceda legalmente, salvo lo previsto en el artículo 8.3".
Esa excepción que promulga el artículo 8.3 tiene que ver con la visita de autoridades de otras instituciones, comunidades o países.
Según las últimas declaraciones de la presidenta de Navarra, el gobierno "no impondrá la ikurriña puesto que la mayoría de los navarros no la sienten". Uxue Barkos apela a los "sentimientos" de cada localidad de Navarra para que puedan colocar la ikurriña "sin restricciones legales" y señala además que "en algunos municipios ya ondea por derecho propio y no debe impedirse por ley”.
Que una asignatura de Educación para la Ciudadanía es muy necesaria en España es algo cada día más evidente, pero lo cierto es que los políticos deberíamos ser los primeros en asistir.
¿Qué tienen que ver los sentimientos de las personas con el cumplimiento de la ley? ¿De dónde emana ese supuesto "derecho propio"? ¿Qué siente una localidad?.
Barkos debería saber a estas alturas de la película que las banderas no representan sentimientos, sino nuestros derechos y libertades. Son símbolos constitucionales que representan nuestras instituciones y los derechos que otorga la constitución española a todos los ciudadanos. Pretender sustituir la ley que entre todos hemos acordado de forma democrática por unos supuestos derechos que emanan de los sentimientos y se proclaman por aclamación popular es profundamente reaccionario. Es un retroceso en el progreso de nuestra sociedad.
Pero el nacionalismo basa todos sus postulados en los sentimientos puesto que es lo más fácil de manipular en la gente. Por eso es necesaria una enorme labor de pedagogía democrática que lamentablemente no están haciendo los partidos que se dicen constitucionalistas, quienes a menudo combaten este sentimentalismo apelando a otros sentimientos.
Como bien suele expresar Fernando Savater, “La ciudadanía no es un dolor de estómago. No se siente uno nada, se sabe uno ciudadano de un país y conoce sus derechos y obligaciones”.
La bandera española nos representa a todos, sean cuales sean nuestros sentimientos, nuestra lengua, o nuestra cultura. A los que “sienten” la ikurriña y a los que no. El progreso consiste en que todos tengamos los mismos derechos y eso lo garantiza la Constitución Española.
Sinceramente, no sé qué sentirá en estos momentos mi localidad. La cosa debe andar entre un fuerte calor en la temporada veraniega y bastante frío en los meses invernales a pesar de estar protegida por las laderas colindantes. Lo que de verdad me importa, como persona progresista, es que mis conciudadanos tengan los mismos derechos que yo, se sientan como se sientan.
Creo que ya es hora de que el Gobierno de Navarra deje de crear falsos problemas a los ciudadanos y se centre en resolver los no pocos problemas reales, que es para lo que los ciudadanos les pagamos el sueldo.