Hace poco más de un siglo el pueblo navarro se puso en pie de guerra porque atacaron su régimen fiscal.
- domingo, 08 de diciembre de 2024
- Actualizado 20:43
Hace poco más de un siglo el pueblo navarro se puso en pie de guerra porque atacaron su régimen fiscal.
Hoy además hurgan en su identidad, y ya avisan los primeros movimientos en contra. La sociedad no está tan dormida como parece.
Al navarro medio se le vuelve en contra hasta su régimen fiscal. Quieren que pague más impuestos que cualquiera de sus vecinos aragoneses, riojanos o vascongados. Le quieren engañar como a los niños, diciéndole que son para mejorar la Educación, la Sanidad y las Políticas Sociales, cuando en realidad se los llevarán sus políticas identitarias. El Ayuntamiento de Pamplona ya ha avisado que multiplicará su presupuesto con el euskera, y el Gobierno no ha dejado de tomar medidas al respecto, la más polémica la de traer maestros guipuzcoanos para enseñar a los niños navarros. No obstante, este escrito no busca la crítica al cuatripartito ni a la enumeración de sus desaciertos. Ya se encargan de hacerlo los analistas.
Aquí se trata ahora de dar un paso adelante, como ya lo ha hecho la sociedad navarra a raíz de las oposiciones a maestros. Ha visto que el 71% de las plazas en euskera, totalmente en los primeros años de aprendizaje, son una cacicada. Los sindicatos se han plantado, ha comenzado una recogida de firmas, colegios y escuelas han protestado, y las asociaciones de padres también. Son fenómenos nuevos que alumbran una luz tras el túnel. El pueblo navarro reacciona. Comienza a hartarse y dice “basta”. Así empezó a fraguarse la Gamazada, aquella reacción popular de fines del XIX contra la supresión del régimen fiscal foral de Navarra.
La agresión vino entonces por el centralismo opresor, hoy lo hace del totalitarismo nacionalista. Ayer de Madrid, hoy desde Bilbao. Ni Podemos está aparentemente por esa labor, ni a IE le va esa guerra, pero Bildu ha entrado a saco y a Geroa se le ve encantado en sus brazos. Con compañeros de viaje tan agradecidos no desarrollan una acción de gobierno influenciada por su sesgo ideológico, sino que muestran auténtica impaciencia por imponer su ideología totalitaria. Veremos dónde termina algo que sólo acaba de empezar.
Al ciudadano le tocan el bolsillo de forma importante vía impuestos directos e indirectos, y le tratan de imponer un sistema ideológico a costa del suyo propio. Basta ver las carreteras a las ocho de la mañana para hacerse una idea de cuánto le supondrán al currela medio los 0,024 euros por cada litro de combustible, o constatar el número de titulados navarros que se buscan la vida con pasaporte en mano para imponer el euskera en lugar de enderezar la enseñanza del inglés, si de veras está tan mal hecha como argumentan.
Recogida de firmas, plantes de diferentes colectivos y protestas de otros son un primer paso. La primera piedra, el primer grano de arena si se quiere, pero ya es algo. La sociedad navarra no está tan muerta como parecía. Ofrece indicios de su capacidad de rebelarse. Y no estamos hablando aquí tanto de respuestas políticas, que sigue sus propios derroteros, como de rebelión social, la que más daño hace, la que más asusta precisamente a gobiernos que se creen a sí mismos populistas, en el sentido de conectar con el pueblo.
Los próximos meses hablarán mucho de sociedad navarra, de dónde viene y a dónde va. En los últimos años la mayoría de los navarros se había dejado llevar por la inercia, hasta que ese convencimiento de que las cosas estaban más o menos a su imagen y semejanza quedó hecho añicos. Su reacción resultó diáfana en las últimas elecciones forales. Dijo entonces claramente por dónde no quería ir, pero en absoluto marcó por dónde deseaba hacerlo, algo que todavía no ha sido capaz de entender el actual Gobierno. Una minoría no puede aplastar a la mayoría.