- viernes, 06 de diciembre de 2024
- Actualizado 15:25
Sería mucho decir que Arrasate no ha conservado ni el bloque de hace tres meses. La presencia de nombres nuevos (Moi Gómez, Rubén Peña, Aimar Oroz), acompañados de otros digamos que no instalados en la titularidad (Unai García, Kike Barja), incluso la ausencia de titularísimos o la entrada después de Pablo Ibáñez, confirman que el equipo es ‘otro’, y eso es bueno, porque además funcionó. La victoria resultó merecida, y eso que el Sevilla creó ocasiones para ganar, pero pagó muy caro las estrategias de Lopetegui. Entrenador para equipos ‘pequeños’
Arrasate, decíamos, sorprendió con el once, con la avasalladora presión inicial, y también un poco con la estrategia (4-2-3-1), creando una línea de tres (Moi, Aimar y Barja) arropando a Chimy Ávila. La funcionó a las mil maravillas. Ya veremos cómo evoluciona, pero en este primer partido fundamentalmente de sensaciones, el trío mencionado dio la personalidad al equipo, destacando la omnipresencia de Moi y el descaro eficaz de Aimar Oroz (22 pases buenos de 22, el cien por cien). Gustó también Rubén Peña por su profundidad en banda. Suyo fue el centro del primer gol.
También habrá que destacar el ‘descaro’ del míster al apostar por los cambios y no instalarse en el conservadurismo como hizo Lopetegui, quien tiró de libro en cuanto a nombres y tácticas. Es una pena lo de este entrenador. Tiene equipo para mucho más, pero se le va la fuerza por la boca, sobre en protestas y quejas, en lugar de jugar como el equipo grande que quiere y podría ser. Basta mirar las hechuras físicas de sus jugadores para concluir que solo por empuje podría lograr mucho más, en lugar de limitarse a esperar, a especular.
No decepcionó el primer partido. Al comienzo absolutamente eléctrico, frenético, imprevisible, espectacular, loco, siguieron minutos de juego siempre vivo, intenso y con ritmo. Decayó algo esa vistosidad en la segunda parte (cansancio, calor, primer partido), pero sin dejar de transmitir, siempre avisando que podían pasar cosas, como de hecho ocurrieron. Un comienzo ciertamente ilusionante por lo visto y por lo que parece que podremos seguir viendo.
Lo único malo fueron las colas del bar de encima de las taquillas. Antes del descanso ya llegaban las tres filas hasta la fachada, y al reanudarse el juego todavía no había el llegado el turno a quien sumaba un cuarto de hora de espera. Además, las tragaperras no funcionaban, tampoco algunas cámaras, se habían terminado la cocacolas zero, las naranjadas, la paciencia y las ganas de volver. Vamos, que ni planificado por el factótum para pasar por taquilla de las zonas VIP. Menos mal que a El Sadar no vamos a eso, pero, claro, tampoco es así. Un respeto al pueblo.