En fútbol no siempre gana el mejor. Cuentan otros muchos factores además del planteamiento o su puesta en escena. La suerte es uno de ellos, o el árbitro, que con sus decisiones puede desnivelar la balanza de un envite igualado hasta en los detalles más mínimos.
De todo tuvo la visita del ‘Glorioso’, que trajo también vistosidad e intensidad a la grada, que regaló una mañana de fútbol de las buenas, de las intensas, saldada además con una victoria trascendental. Como ya avisó Miguel de las Cuevas, se trataba de uno de los partidos que marcan a fuego las aspiraciones de un equipo, y ciertamente Osasuna pudo salir malparado de la cita, pero solo le faltó lograr el ‘goal-average’ a favor, algo que tuvo al alcance y malogró en una insípida segunda parte.
Efectivamente, mejor si el encuentro hubiera terminado en el descanso. Si los jugadores se hubieran ido a casa, mejor. Habrían evitado a la grada una segunda mitad insulsa, que no añadió nada, a no ser la buena actitud del equipo vitoriano que, con diez, mereció acortar distancias y evitó Tano con la complicidad del larguero.
El Alavés dejó buena impresión en Pamplona. Resulta un equipo compacto, solidario donde los haya, luchador infatigable y con las ideas bien claras. No destaca por nada especial, ni siquiera por sus nombres propios, caso de su capitán Manu, pero lo hace casi todo bien. Compite y ha recuperado la frescura y empuje de una afición joven que disfruta del fútbol como pocas. Sin embargo, no se llevó los tres puntos, pese a que también los tuvo a su alcance.
Decidió un detalle. De la misma manera que el colegiado asturiano González Fuerte pudo apreciar falta a Nauzet cuando el Alavés se adelantó en el marcador, pudo dejar pasar sin sancionar la entrada de Mora a De las Cuevas, en lugar de señalar un penalti y expulsión que noqueó al Alavés y dio alas a Osasuna, que en un abrir y cerrar de ojos se colocó en un 3-1 inapelable con superioridad numérica.
El tercero además resultó sicológico, es decir, especialmente letal. Llegó sin tiempo a sacar de medio campo. Una puntilla a los vitorianos que habían hecho y siguieron haciendo méritos para no irse con tanto castigo. No obstante, pese a tirar por la borda toda la segunda mitad, en la que abandonó la intensidad y ganas iniciales, Osasuna también tuvo sus argumentos, y los supo rentabilizar.
A Martín Monreal le respondieron sus hombres, si bien no todos de la misma forma. Sorprendió al colocar a Alex Berenguer en el lateral izquierdo, conformando así una defensa de cinco un tanto ‘sui generis’, porque el canterano sufrió excesivamente en las tareas de contención, ni desbordó en ataque como suele. No gozó y se ganó una expulsión que le perdonó el colegiado asturiano. Sin embargo, el técnico acertó al permitir que Miguel de las Cuevas asumiera la manija.
El vértice del triángulo que reparte el juego sigue en poder de Merino, pero éste no destacó tanto como en otras ocasiones porque a su derecha gozó de un enchufado Roberto Torres y, sobre todo, de un omnipresente y colosal Miguel de las Cuevas, el nuevo adalid del fútbol de este equipo. Suya fue la jugada del penalti, y el bajón en su juego durante la segunda parte, en el que influyó en demasía los balones que dejó de recibir de sus compañeros, explica el apagó que sufrió todo el equipo.
La otra decisión novedosa de Martín estuvo en la punta, con la colisión de Nino y Urko Vera en el encargo de lograr gol.
Ambos se estorbaron y malograron la primera oportunidad, pero lo arreglaron después con sendos tantos, brillante el del vizcaíno, en una cabalgada secundada por el aliento de la grada, y de cierta fortuna el del almeriense.
Sabida es la preferencia casi ciega de Martín por Nino, por lo que no extrañó el discutible hueco que le reservó en el once inicial. Sin embargo, un sector de la grada decidió silbar el cambio de Urko Vera, que necesita minutos para consolidar su potencial, mientras Nino seguía deambulando por el césped, y tampoco era un partido para Kodro tal y como estaba. Algo parecido ocurrió con la sustitución de Miguel de las Cuevas, a quien cualquier equipo gustaría disfrutar aunque fuera cojo.
No pasa nada. A pesar de todo, suma y sigue con una victoria holgada, siempre intensa y brillante por momentos. Este Osasuna compite y se muestra ambicioso. Reencuentra el triunfo en El Sadar, y sigue ahí, ahora a tres puntos de la gloria, tras 29 jornadas disputadas.