• miércoles, 11 de diciembre de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Las penas últimas duelen más

Por José Mª Esparza

En la primera parte Osasuna tuteó al Atlético, pero a lo largo de la segunda mostró sumisión a los rojiblancos y acabó entregado a ellos.

Osasuna salió igual que en el Bernabéu, con un 5-3-2. La única diferencia estuvo en la presencia en el once inicial de Brasanac en lugar de Javi Martínez. Sin embargo, el comportamiento resultó diferente, en lo bueno y en lo malo. Sorprendentemente, el equipo de Arrasate empezó con el bastón de mando bien cogido, tuteó a los colchoneros a lo largo de ese primer tiempo. Sin embargo, todo resultó diferente después de la reanudación. A los rojillos les costó cruzar la línea de medio campo. Ni lo intentaron. Ahí estuvo su perdición. Ante el Real Madrid no se produjo un mal rebote, pero los rojiblancos acertaron con un remate inapelable en el minuto 87.

Es muy arriesgado jugar atrás. La apuesta salió bien en el Bernabéu con un empate, pero a todas luces mal en el Metropolitano con la derrota. Además, de las que duelen doble, de las que se clavan al final, después del todo el ingente trabajo realizado, casi a traición. Tales dagas suelen clavarse en el corazón en una jugada desafortunada, aunque también pueden venir en un golpe de genialidad. En este caso hubo un poco de todo. El remate de Felipe resultó inapelable, pero su marca (Kike García) apenas tuvo fuerzas para saltar, lógico, mientras el portero no llegó a tiempo en su salida, pese a lo mucho que le gusta irse por los cerros de Úbeda.

Pese a la derrota, el equipo navarro dejó una buena sensación en el Metropolitano. Tuvo personalidad durante el primer tiempo. Defendió entonces adelante, con el balón en el pie, moviéndolo con velocidad, tratando de llegar adelante, incomodando a los rojiblancos, creándoles dudas, obligándoles a cerrarse atrás. Aunque los rojillos apenas pisaron el área atlética (el único disparo a puerta con peligro llegó de lejos), no es menos cierto que los colchoneros se habituaron a vivir en ella, si bien es un hábitat donde históricamente se encuentra cómodos.

A Osasuna le habría tocado después jugar con las urgencias colchoneras, que las hubo y crecían a medida que avanzaba el tiempo. Ni lo intentó. Sin embargo, optó por la disciplina táctica defensiva, con ocho jugadores dedicados a defender en exclusiva y los dos puntas a tratar de incomodar a los madrileños, algo que apenas consiguieron. A pesar de la cerrazón, el tiempo corría a favor a base de disciplina táctica y trabajo a destajo, que creció lo suyo. Hasta entonces los rojillos tuvieron el balón, pero ahora corrían tras él, que cuesta más.  Lo peor llegó tras los cambios, como siempre cumplida la hora de juego.

Como en el Bernabéu, Jagoba optó por el trabajo infatigable de Kike García y sacrificó el posible picotazo del Chimy, que dejó su lugar a Budimir, pese a que indudablemente no era el escenario ideal para el regreso del croata. Pasó inadvertido. También el centro del campo perdió poderío al sustituir al amonestado Torró. El siguiente trueque, Iñigo Pérez por Brasanac, tampoco detuvo la avalancha rojiblanca, que aumentó. En fin, a Osasuna no le duraba el balón en el pie ni tres pases en corto. La sensación de debilidad aumentaba… hasta que sucedió lo irreparable.

La estrategia había fallado estrepitosamente. ¡En el minuto 89! salieron al campo Kike Barja y Roberto Torres para intentar la remontada. Uno desequilibró y otro se sacó un de la chistera un pedazo de disparo. El partido cambió, aunque solo fuera por cinco minutos, y dejó en el aire la pregunta del millón. ¿Por qué Jagoba se lanzó a meter gol en el minuto 89 y no media hora antes, por lo menos? Ahí queda.

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