Por lo sucedido, tanto en Convergencia como en el Partido Popular, podría afirmarse que, en España, ser tesorero de un partido político es un cargo de alta peligrosidad laboral.
- martes, 03 de diciembre de 2024
- Actualizado 12:57
Por lo sucedido, tanto en Convergencia como en el Partido Popular, podría afirmarse que, en España, ser tesorero de un partido político es un cargo de alta peligrosidad laboral.
En ninguna otra organización social un puesto tan escaso de visibilidad, tan anodino, tiene tanto riesgo de acabar en prisión.
Visto lo visto y oído lo oído en ambas formaciones los tesoreros son los amos del cotarro, los que hacen y deshacen a su antojo sin dar cuentas a una dirección que no entera de nada, que no sabe de dónde le llegan los fondos con los que se pagan sus campañas. Delimitado pues el ámbito de responsabilidades en el tesorero, sobra el resto de la ejecutiva que, al parecer, solo utiliza la sede para hacer llamadas privadas.
Cuan económicas resultarían para el erario público, para todos nosotros, unas formaciones compuestas de un secretario general y un tesorero. El uno a la conquista del poder y el otro a la conquista de los dineros. Porque el problema de los partidos es su incapacidad para mantenerse con las asignaciones generosas de los presupuestos generales del Estado. El gasto permanente en unas costosísimas y casi encadenadas campañas electorales vacía periódicamente sus arcas y ya nadie regala nada.
Curiosamente, como en el Partido Popular con Bárcenas y su antecesor, uno ha acabado en la cárcel y el otro no. También, como en el PP, al extesorero Daniel Osacár se le investigan posibles cuentas en Suiza y por su avanzada edad el juez lo ha dejado en libertad con cargos. Parece como si el modelo de financiación ilegal tuviera unos parámetros que se intercambian los grupos políticos al unísono con los pactos postelectorales.
Porque la corrupción en CD viene de la época de Jordi Pujol, cuando Artur Mas era el delfín y ocupó cartera tras cartera. También en el PP el ínclito Correa es un viejo conocido de la etapa de José María Aznar. Por aquellos tiempos se pasó de cantar "Pujol, enano, habla castellano" a reconocer Aznar que en la intimidad se atrevía con el catalán. ¿Se intercambiaron más información? ¿Se sabía ya en Madrid lo que era vox populi en Barcelona: las mordidas del tres por ciento?
No es probable, por contra, que el tesorero preso Andreu Viloca, se convierta, como lo hizo Bárcenas, en una amenaza para Convergencia. Si tenía papeles comprometedores los debió meter en la misma trituradora en la que ha intentado destruir todas las pruebas justo antes de que llegara la Guardia Civil.
El olor fétido y la mugre alcanzan ahora a ERC, quien denunció el caso cuando era oposición y ahora guarda un vergonzoso y cómplice silencio, cuando no vende excusas banales. O la CUP, que se encuentra en la disyuntiva de mantener sus principios o votar a Mas como president.
En puertas de unas elecciones generales y con Artur Más en la cuerda floja y amarrado al victimismo, conviene que los ciudadanos no olviden que la corrupción es la peor lacra de la democracia y que hay que mandar a su casa a los que se apropian de lo público.