- martes, 22 de octubre de 2024
- Actualizado 00:00
Los de Pamplona hemos hecho, mal que bien, una tradición de cualquier cosa relacionada con los Sanfermines. A pesar de que la fiesta tiene origen medieval, sabemos que el atuendo blanco con el pañuelico y la faja de color rojo, el Pobre de mí e incluso el Chupinazo desde la Casa Consistorial son costumbres que se han incorporado recientemente.
No obstante, hay quien piensa que esas tradiciones son sagradas e inamovibles y otros, por fines políticos, se aprovechan de ese sentimiento. Eso es lo que ha ocurrido, ni más ni menos, con la propuesta del alcalde Maya de prolongar tres días los Sanfermines de 2022.
La oposición ha encontrado en esa sugerencia el enésimo filón para desacreditar y desgastar al alcalde, con el incondicional apoyo de la subvencionada edición navarra de Deia, que ha ilustrado el tema con expresiones y epítetos como: ”alargar lo inalterable”, “es sagrado (6 y 14 inviolables)”, “ocurrencia”, “desvarío”, “gracieta política”...
Lo cierto es que para que haya evolución, las cosas tienen que cambiar. Por eso, a lo largo de los años, se han modificado las fechas de las fiestas de San Fermín, recordemos que actualmente se celebran en julio gracias a que unos mandatarios, con acierto, solicitaron el cambio de las primigenias de octubre. Para percatarse de los cambios de fechas provocados en más de un siglo, propongo la sencilla revisión de los carteles de San Fermín que ya publicó Navarra.com Las conclusiones son:
En definitiva, mal que les pese a los pontífices de la hoja parroquial de Sabin Etxea, la historia de las fiestas de San Fermín está plagada de cambios en fechas de corridas/encierros. No hay fundamento pues, para originar una controversia a sumar: a la pasarela, el concurso hípico y el Paseo de Sarasate.
Ahora bien, con respecto a la sugerencia de Maya, o de su amigo, hubo ya un precedente en 1967. Aquel año, el 14 de julio cayó en viernes y la Santa Casa de Misericordia amplió el programa en una corrida más, que se celebró el domingo 16. El alcalde franquista, Ángel Goicoechea, se quejó de que las fiestas eran muy largas y que el Ayuntamiento había tenido que ir a “remolque” de la Meca para organizar encierro ese día. Se completó el sábado con una novillada fuera de abono.
Lo más importante a tener en cuenta de aquella experiencia es que fue un fracaso, los “bolsillos extenuados” no daban de sí para tanta fiesta. Así por ejemplo, para los bares el viernes 14 fue de menor venta que cualquier domingo del año.