Nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar hasta que vuelve a casa y descansa sobre su almohada vieja y conocida
- martes, 10 de diciembre de 2024
- Actualizado 19:48
Nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar hasta que vuelve a casa y descansa sobre su almohada vieja y conocida
Yo soy un nómada dentro de una misma ciudad.
Primero viví en pisos compartidos con muchos, muchísimos compañeros. Recuerdo que en un precioso, luminoso y amplísimo apartamento de cuatro habitaciones sito al lado de la playa de Las Canteras en Las Palmas de Gran Canaria residí cinco años y tuve durante ese lustro un total de cincuenta compañeros de piso.
En navidades nos reuníamos un total de diecisiete “niños perdidos”, como así nos llamábamos todos aquellos que no teníamos familiares próximos en fechas tan señaladas, y disfrutábamos de un convite internacional lleno de alegría y música.
Cada uno aportaba a la cena el plato típico de su país bien fuera de Estonia, Alemania, Francia, Italia y varios países más, convirtiéndose aquella cena navideña en un intercambio gastronómico y cultural. Las risas volaban por todas partes y los reunidos hacían esfuerzos por entender y ser entendidos.
Las canciones amenizaban la velada hasta un punto de cierta nostalgia. Lo apreciaba en sus ojos distantes. Sus cuerpos estaban presentes en la cena pero sus mentes volaban hasta la mesa de sus familias. Algunos hubo que se emocionaron.
Luego reíamos y bebíamos y brindábamos mil y cien veces por el nuevo año.
El tiempo fue pasando y poco a poco me fui asentando en mi trabajo, con mis libros y mi vida que, aunque siempre bohemia y soñadora, era algo más solvente.
Y así decidí independizarme. Pequeños apartamentos con luminosos cristales y próximos a la mar que acentuaban aún más si cabe la confirmación de estar viviendo en el lugar más maravilloso el mundo.
Cada dos años me mudaba. Lo interpretaba como una renovación vital dentro de un mismo espacio físico. Mi vida cabía en dos maletas pero mis libros, ¡ay, mis libros!, eran mi bien más preciado.
Y viajábamos mis dos maletas y mis numerosas obras literarias a otro enclave. A veces con mejores vistas, con vecinos menos ruidosos, con o sin ascensor…pero siempre con la mar, mi infinito azul, cerca.
Esta semana quisiera detenerme en las grandes obras de viajes.
Son innumerables los libros que desplazan al lector a destinos variados y diversos. Tal es el caso de ‘Viajes y otros viajes’ de Antonio Tabucchi. Un sinfín de lugares que el autor fue visitando a lo largo de su vida y que nos permite acercarnos no solo a épocas y aventuras sino también a lecturas y a canciones.
‘El Danubio’ de Claudio Magris nos presenta un amplio abanico de impresiones, anécdotas y pensamientos que el autor va desgranando desde el nacimiento, en la Selva Negra, hasta su desembocadura en el Mar Negro.
Un clásico que no puede faltar en este’ viaje’ literario es ‘El corazón de las tinieblas’. El autor, Joseph Conrad, pasó seis meses en el Congo Belga llegando a confesar que: “ Antes del Congo yo era un simple animal”. Más que un viaje, fue un descenso al infierno: el de los excesos de la explotación y la colonización. Estremecedor relato sobre la brutalidad en un país devastado.
Ya les he apuntado en alguna ocasión que mis primeros años en las Islas Afortunadas los pasé trabajando en una librería. Hubo un libro en aquel tiempo que me gustó y que viene al caso como es ‘El fin es mi principio’. Tiziano Terzani era un periodista italiano del cuál se puede decir con certeza que vivió la vida y al final de ella dejó este libro, un libro dedicado a su hijo con todo lo que aprendió después de viajar por el mundo durante años, una verdadera enseñanza de vida. Hay película basada en el libro.
Cuando visito los centros docentes con motivo de la lectura de mis libros, rara es la ocasión en la que los alumnos no me preguntan por mi libro preferido ( ‘El Principito’ puede ser uno de ellos) y por mi autor de cabecera. Y es aquí cuando mi boca menciona un nombre y un apellido. Herman Hesse .
El autor alemán escribió la obra, ‘Siddarta’, en 1922 y fue considerada un viaje de culto, reveladora para quienes estén buscando conectarse consigo mismo. Un libro lleno de cuestionamientos, reflexiones filosóficas y enseñanzas de vida clave para aquellos viajeros que se encuentran en la transición de cumplir sus sueños.
Otro autor que debe aparecer en este recorrido es, sin duda alguna, Ryszard Kapuściński. Protagonista de los relatos narra en primera persona todo lo que va observando a sus pasos, pero en lugar de evitar los peligros, los busca y enfrenta con su curiosidad y su afán periodístico y todo lo analiza y lo relata. Por destacar uno, lean Ébano.
Existen muchos libros de viajes. Cualquier obra de Javier Reverte es una aventura.; ‘En el camino’ de Kerouac; ‘Pasando fatigas’ de Mark Twain; ‘El viaje del elefante’ de José Saramago; ‘El último tren a la zona verde’ de Paul Theroux; ‘La vuelta al mundo de un novelista’ de Vicente Blasco Ibáñez o el clásico ‘Viaje al centro de la tierra’ de Julio Verne.
Hace tiempo que ya no me mudo. Vivo en un bohemio y acogedor apartamento en la playa de Las Canteras.
Desde mi ventana oteo la arena y el subir y bajar de la marea.
Mis maletas duermen bajo mi cama pero mis libros, ¡ay, mis libros!, por la noche escucho cómo entre página y página exclaman:
“¡Cuándo nos iremos otra vez de viaje!”