Concédeme el paraíso en este mundo; No estoy tan seguro de que lo alcanzaré en el siguiente.
- viernes, 06 de diciembre de 2024
- Actualizado 15:25
Concédeme el paraíso en este mundo; No estoy tan seguro de que lo alcanzaré en el siguiente.
Estoy convencido de que en sus casas, queridos lectores de Navarra. Com, albergan cuadros que desconocen de qué artistas son, quién los adquirió para que reposen en sus hogares y por qué diablos aún siguen engalanando sus paredes si, no nos mintamos, les horrorizan.
A mi memoria arriba un cuadro de un cigarro consumiéndose en un cenicero que llevo toda la vida mirando, que no admirando, y que seguirá por los siglos de los siglos decorando una de las paredes de la casa familiar.
Cuántas personas sin saberlo han descubierto con mayúsculo asombro que atesoraban en su hogar lienzos de Picasso, Van Gogh, Monet y tantos y tantos artistas.
Obras valoradas en muchísimos millones de dólares que han cambiado la vida de sus “propietarios” de una pincelada instantánea.
Algo así les ha ocurrido en un museo argentino.
Pero empecemos por el principio y trasladémonos al siglo XVI.
Su nombre real era Jacopo Comin, aunque todo el mundo lo conocía y conocería por siempre como Tintoretto, ya que su padre tenía una tintorería (el pequeño tintorero).
El pequeño se entretenía pintarrajeando las paredes del taller de su padre que, al descubrir el talento innato de su hijo, lo llevó a aprender al taller de Tiziano comenzando, así, a utilizar el color y las sombras.
Las relaciones entre maestro y discípulo nunca fueron muy buenas, hasta el punto que Tiziano lo expulsó de su taller. Según apuntan debido al carácter indómito y obstinado de Tintoretto o por la envidia de Tiziano por su facilidad para pintar.
Tintoretto, reconocido por algunos como El Shakespeare de la pintura, siempre tuvo un lema que colgó en su taller: El diseño de Miguel Ángel y el colorido de Tiziano, recogiendo de esta manera las cualidades de los dos pintores que más admiraba y que intentó con éxito fusionar en su propia obra.
Actualmente en el Museo Thyssen- Bornemisza encontramos EL Paraíso, considerado el cuadro en lienzo más grande del mundo, con unas dimensiones de 22,6 x 9,1 metros, concebido en principio para la pared este de la Sala del Consejo Mayor en el Palacio Ducal.
Recordemos que Tintoretto tenía una capacidad de trabajo admirable, por lo que aceptaba muchos encargos, lo que le llevó a dejar una producción de más de 300 obras de diferentes temáticas: religiosa, histórica, mitológica.
Y una de estas obras pintada en Venecia en el siglo XVI apareció, sin saberlo, en el Museo de Bellas Artes en La Plata, a 50 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.
Se sabe que el cuadro integró reconocidas colecciones en el siglo XIX, cuando fue exhibido en Londres, en 1894. Diez años después fue subastado en Bruselas. En la década de 1930 cruzó en barco el océano Atlántico y llegó a la Argentina, donde fue donado al citado Museo.
Allí permaneció dormido en un depósito.
Un estudio realizado por científicos argentinos acaba de concluir que la autoría de la obra corresponde al pequeño tintorero.
El cuadro es un óleo sobre tela de 140 por 118 centímetros, un retrato del militar Melchior Michael (1489-1572), también veneciano, procurador de San Marcos. Tintoretto lo habría pintado entre 1562 y 1565.
Les cuento como fue la historia…
El Retrato de Melchior Michael arribó a Argentina en manos de Sara Wilkinson de Santamarina y Marsengo (1870-¿1962?), una aristócrata que durante sus viajes por Europa había comprado diversas obras pictóricas, atribuidas a reconocidos artistas como Francisco de Goya (1746-1828) y Henry Raeburn (1756-1823). El retrato pintado por Tintoretto lo adquirió en París, en una venta del galerista Charles Sedelmeyer. La llegada de la colección de Wilkinson al puerto de Buenos Aires está registrada en octubre de 1932. Un mes después, ella donaba seis de esos cuadros al Museo platense.
El pintor argentino Emilio Pettoruti (1892-1971) era entonces el director del Museo que hoy lleva su nombre. Pettoruti nunca creyó en la autoría asignada a los cuadros donados y los destinó al depósito. En su autobiografía, publicada décadas después, contó que clasificó un centenar de obras en tres categorías: “Las obras buenas, las regulares y aquellas que no se expondrán jamás. Entre estas había dos cuadros donados por no recuerdo quién, uno que se atribuía a Tintoretto y otro que se decía de Goya, dos cuadros mediocres que descubriría un miope a cien metros de distancia; los clasifiqué, por hacerlo de algún modo, como pertenecientes respectivamente a las escuelas de Tintoretto y de Goya”.
La obra atribuida a Goya nunca fue expuesta en el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti, mientras que la de Tintoretto apenas fue incluida en algunos catálogos y en exposiciones como muestra de retrato histórico.
Hasta que en 2022, como parte de las celebraciones del centenario del Museo, su director, Federico Ruvituso, decidió iniciar un proceso de revisión y catalogación del patrimonio pictórico de la institución dedicándose, específicamente, a investigar el retrato de Tintoretto.
El estudio determinó que los pigmentos utilizados en la pintura incluyeron cinabrio, blanco de plomo, calcita, yeso y negro de humo, entre otros, cuya circulación en Venecia en el siglo XVI se pudo constatar.
Los datos conseguidos en el laboratorio fueron complementados con una pesquisa histórica. Los investigadores lograron documentar que Tintoretto y Melchior Michael tuvieron una relación estrecha y que al menos dos veces se le encargó al pintor un retrato del militar y procurador.
Ahora el Museo prepara la presentación pública del cuadro, prevista durante la feria de arte contemporáneo “La Plateada”, que se hará a principios de noviembre próximo.
El siguiente objetivo será determinar si es verídico el cuadro atribuido a Goya que, por décadas, permaneció en el depósito junto al retrato de Tintoretto.
Así que ya saben, si tienen algún cuadro en su lar no atribuido a ningún artista y que lleva alzado más tiempo que su propia casa les consejo a que se asesoren artísticamente.
Quizás descubran que el cuadro no tiene ningún valor, pero habrán otorgado algo más de luz y color a esa obra que tras años y años alzada en sus paredes denota una cierta melancolía.