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Opinión / Toros

Toros, menores y falacias

Por Álvaro Alonso

El Parlamento, hogar de la soberanía popular navarra, es un lugar en el que la palabra cobra una gran relevancia. Pero, ¿son aquellas personas que trabajan en él o simplemente participan en sus debates conscientes de ello? Les ahorro el tiempo de reflexión: no.

Una representación de Iruña Antitaurina y la abogada Anna Mulà, coordinadora de 'Infancia sin Violencia', informan sobre la asistencia de menores a eventos taurinos. IÑIGO ALZUGARAY
Una representación de Iruña Antitaurina y la abogada Anna Mulà, coordinadora de 'Infancia sin Violencia', informan sobre la asistencia de menores a eventos taurinos. IÑIGO ALZUGARAY

Dejando a un lado el ámbito puramente político, es necesario hablar de lo acontecido los últimos días.

Iruñea Antitaurina, grupo animalista de la capital foral, ha instado al Parlamento de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona a prohibir la asistencia de los menores de 18 años a los eventos taurinos. Tal cual lo leen ustedes.

Se amparan en una recomendación del Comité de Derechos del Niño de la ONU para realizar tal proposición. Analicemos la puesta en escena de los antitaurinos: a la cabeza de la delegación, una abogada que coordina la campaña 'Infancia sin Violencia' de la Fundación Franz Weber (fundación por excelencia del lobby animalista) insultando a la inteligencia de los presentes en la sala y sus acólitos asintiendo desde atrás. Bien podría haber sido un mitin del Pacma. O una escena de “La vida de Brian, quién sabe.“Tienen efectos dañinos para la salud de la infancia y la adolescencia”.

Esa es la calidad del argumento. No seré yo quien, ingenuo de mí, ponga en tela de juicio la autoridad de un órgano meramente consultivo de la ONU. Ahora bien, ¿dónde están las evidencias y el rigor científico en el informe? ¿Cómo va a presentarse una asociación ciudadana en el Parlamento y, en un alarde de superioridad moral, decir a los parlamentarios las decisiones que deben tomar sin ofrecer un solo estudio real y basándose en conclusiones que no muestran rigor alguno? Pues con dos narices, sí señor. El principal argumento valedor de la tesis antitaurina no aporta como apoyo ninguna conclusión de un estudio científico. Esto nos debería llevar a reflexionar sobre la actual falta de profesionalidad de quienes han elaborado este informe, pero eso ya es otro tema.

Aunque esto no es todo. Para ahondar el pozo de ridiculez infinita de quienes han intervenido en el Parlamento basta con recordar que el único estudio relacionado con el impacto de la tauromaquia sobre los menores realizado en España fue encargado por la Comunidad de Madrid a cuatro equipos independientes (tres de ellos universidades españolas) en el año 1999.

Bajo el título de “Posibles repercusiones de las corridas de toros en los niños menores”, el estudio demostró la inexistencia de implicaciones psicológicas negativas en los menores que asistían a espectáculos taurinos. En 2017, el psiquiatra infantil Juan Cárdenas coordinó en México un estudio similar que terminó por arrojar el mismo resultado: ausencia total de afecciones psicológicas negativas en los menores que acudían a eventos taurinos.

Entiendo perfectamente a todas aquellas personas que no acuden a festejos taurinos. Es un espectáculo muy duro y, por ello, muy real. Nunca cruel, pues si los aficionados disfrutásemos con el sufrimiento de un animal habría gradas en los mataderos. Pero duro, claro que sí. La corrida de toros es la vida y es la muerte. Lo racional contra lo irracional. Y por ello ninguna persona está obligada a entrar en una plaza de toros o correr un encierro. La libertad de elección nos enriquece y quienes juegan a ser los Torquemada y Cisneros del siglo XXI no lo aceptan.

Aún así, supongamos por un breve momento que los fantasiosos argumentos animalistas disfrazados en una hipócrita defensa de los menores fuesen ciertos. ¿Debería prohibirse todo aquello que directa o indirectamente conduce a los traumas y la violencia?¿Imaginan borrar de nuestros libros de Historia la batalla de las Navas de Tolosa para evitar que algún menor decidiese emular a Sancho VII el Fuerte y se liase a sablazos con quienes no fuesen cristianos? Resulta tan ridículo e irrisorio que da vergünza escribirlo. ¡Quememos la “Vieja friendo huevos” de Velázquez! ¡Normaliza la explotación de las gallinas para nuestro consumo!

Señores y señoras antitaurinos, no tenemos ningún problema en debatir, puesto que es algo eniquecedor y fomenta el respeto. Pero no nos tomen por tontos. Falacias, ni una.


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