Se ha organizado la mundial y ha sido una excusa perfecta para que los enemigos políticos y mediáticos que Pedro Sánchez tiene de puertas adentro de la calle Ferraz y también de puertas afuera afilen las uñas, se froten las manos, elijan a su presa y la lancen al despelleje nacional para desgastar a dos meses escasos de las elecciones al líder que tuvo la osadía de presentarse con una enorme bandera de España, en vez de la del puño la rosa para demostrar que no tiene complejos.
Algunos han disfrutado de lo lindo recordando la faceta inquisidora de Irene, ese linchamiento innecesario que hizo hace poco contra Sosa Wagner o aquellas frases lapidarías de anteayer como que "la diferencia entre PP y PSOE es la que hay entre Suiza y Sicilia". Es verdad que la diputada ha tenido días de luces y sombras, de agresiones innecesarias y de frases lapidarias pero no es ni la primera ni será la última tránsfuga de un partido.
A mi lo que más me ha molestado de todo es que ella misma, que sabe mejor que nadie la importancia de dar a las palabras su verdadero significado, se tache de independiente y no de tránsfuga. Me parece bien que no entré al juego tramposo de pedir perdón como no lo ha hecho nadie nunca en nuestro país y han sido muchos lo que se han cambiado de chaqueta.
Y resulta llamativo que ahora dirigentes socialistas, que en su día "ficharon" a muchos de los cargos más representativos de IU para debilitar a sus adversarios, exijan de la nueva dirección lo que ellos no hicieron.
Entiendo el cabreo morrocotudo del presidente de Extremadura y hasta la sutileza de Rubalcaba ¡Qué listo! cuando dice que "algún dirigente del partido ha recomendado Irene Lozano que se dirija a los militantes socialistas y yo creo que sería una buena cosa que lo hiciera porque el
PSOE de hoy no es corrupto, el mío tampoco y el anterior tampoco". El tema es que a Rubalcaba le flaquea la memoria cuando afirma, sin despeinarse, que "el PSOE no ha sido nunca un partido corrupto, nunca jamás" corriendo un tupido velo con sus Roldanes, filesas, Eres andaluces y otras "cosillas" de esas para las que sufre una muy oportuna amnesia temporal.
Es verdad que todos los diputados socialistas han sido testigos de la dureza de Lozano contra los dos grandes partidos, PP y PSOE, a los que habitualmente hermanaban en muchos aspectos y sobre todo en el tema de la corrupción.
Sin embargo su fichaje y la polémica que ha desatado será flor de un día, en un momento donde las cuchilladas internas sobrevuelan en todos los partidos por esto de las listas electorales y las miserias humanas están a la orden del día, incluso en las formaciones de nuevo cuño.
En una ocasión fui a entrevistar a José Blanco cuando era el poderosísimo secretario general del PSOE horas antes de que se cerrarán las listas para unas elecciones. Durante el rato que estuve allí recibió algunas llamadas de importantísimos dirigentes para hablarle de personas muy conocidas que querían aparecer en los primeros lugares y él permitió que fuera testigo de las conversaciones.
El nivel de peloteo y baboseo fue tal en personas tan importantes por su cargo y condición, que el respeto que les tenía se tornó en decepción y desde entonces tuve claro que la línea que separa la lealtad de la sumisión es a veces tan imperceptible que da asco. Irene no es más tránsfuga que otros, pero debe estar vigilante si no quiere tener el mismo destino han tenido otros: el trato de traidores y el olvido.