• miércoles, 04 de diciembre de 2024
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Opinión / Sabatinas

Propósitos de año nuevo

Por Fermín Mínguez

¿Ya han hecho sus propósitos de año nuevo? Igual hasta les ha dado tiempo a empezar a incumplirlos y todo en dos semanas. A mi es que se me da muy mal esto de hacer listas y cumplirlas, y he pensado que si hacemos una conjunta igual alguien la cumple, ¿probamos?

El año ha empezado rancherito, la verdad, con ritmo y ganas, pero no quería dejar la oportunidad de hacer una lista que pueda ayudarnos a afrontarlo con ganas, ya que por su parte, por la de 2023, no tiene intención de dar tregua. Sigue habiendo una distancia abismal entre los que vivimos en la realidad diaria y los que creen que la dirigen, los hombres seguimos asesinando mujeres como si fuera nuestro derecho y en vez de actuar abrimos discusiones legales; se cambian leyes que benefician a quien más delinque y perjudican a los que nos queremos quejar, y generamos debates de estado por una canción de despecho entre dos personajes que ni nos van a ayudar, ni nos conocen. Todo esto en catorce días, oigan. Se nos va a hacer largo este año, así que, al menos, vamos a buscar algunos objetivos que nos hagan la vida mejor, o cambiar el mundo, ¿les parece?

Los especialistas, coaches, influencers, y esa gente inteligente que consigue vivir de decir tópicos en redes sociales, recomiendan que los objetivos sean progresivos de más fáciles a más difíciles para facilitar su cumplimiento. Les haremos caso.

Objetivo 1: No toquen al hablar con otra persona.

De verdad, por favor, esto sería un cambio radical para el mundo. No den golpecicos en el brazo de la otra persona cuando estén hablando. Si quieren centrar su atención cuenten algo interesante. Si necesitan dar golpes para que les miren es porque seguramente estén soltando una chapa que no hay quien aguante. Y si se encuentran ustedes con esos que dan golpecicos en el pecho en vez de en el brazo, y encima de dos en dos: intervengan. Será por su bien. Es un acto de humanidad corregirles. Háganlo como ustedes quieran, haciéndoselo ver o arrancándoles el dedo, no sé, cualquier cosa con tal de que dejen de hacerlo. Por favor. dejen de tocar cuando hablan.

Objetivo 2: Higiene previa a viajar en transporte público.

Va, que no es tan difícil esto. Si van a coger un tren o un autobús, o un avión, hay que darse un agua. Un poco de jabón por los cuatro rincones básicos, no hace falta más, (que estaría muy bien), y uno se sienta al lado de su compañero de viaje con la tranquilidad de ser un buen ciudadano. Que es que hay veces que ni con la mascarilla puesta se disimula. Y no, aquí no vale eso de cuanto más mejor. Si uno huele regu, la opción Varon Dandy por encima, o Esencia de Mujer a chorro no mejora la historia. Si alguien va a encerrarse con un grupo de congéneres en un transporte cerrado, es de obligación moral máxima ir aseado. Ya que la falta de higiene no es delito, al menos hagamos saber al mundo que nos molesta.

Objetivo 3: escuchen la música ustedes solos en sitios públicos.

No compartan. Eso de llevar el altavoz hortera a todo trapo en lugares públicos es una falta grave a la humanidad entera. Hay un invento nuevo, auriculares creo que lo llaman, o cascos, que los enchufas al dispositivo, te los pones en las orejas y, oh maravilla, sólo escuchas tú a ese cantante disártrico diciendo que te va a empotrar, perdón, empotrar, subil, bajaj, yatusabeh,  y demás preciosidades líricas. Que a ti te guste una canción, no significa que nos guste a los demás, que a veces hay que explicarlo todo.

Objetivo 4: compórtense cuando viajen.

Esta es consecuencia de los dos anteriores. A ver, cuando viajen compórtense de una forma lógica. Sobre todo en el tren, por favor. En avión y autobús, como el espacio es más limitado no da para mucho, bueno, en Vueling da justo para respirar el espacio del asiento, así que ahí concéntrese en mantenerse con vida. Pero en el tren, ¿qué le pasa a la gente en el tren? ¿Por qué ese empeño en hablar por teléfono a gritos? Les diré un secreto: hay poca cobertura a ratos, y el hecho de que griten como vendedores de mercadillo no hará que se les escuche mejor. También les diré que hablar mal de terceras personas es feo y no saben quién les puede estar escuchando. Y que está muy bien que sepan manejar el excel, pero no hace falta que nos lo cuenten, por ejemplo, así que eso de “El imbécil de Jesús ha calculado mal el precio de la celda nueve, el precio final son dos céntimos más”, como si se hubieran tragado un altavoz, se lo pueden ahorrar. No nos interesa. De verdad, cállese.

En el apartado niños pequeños, la mayoría entenderemos que llore y esté incómodo, pero no que nos haga ver a todo el vagón lo buen padre que es gritando una conversación de imbéciles, “(no, cariñito, no está bien que le claves el boli en el ojo a ese señor, igual le ha molestado, mira la carita triste que tiene papi, nonono, cuchi-cuchi. El señor está triste y tuerto, ¿quieres que el señor esté triste?”). Si les dicen a esta gente que así no van bien, les harán un favor. De verdad.

Tampoco entenderemos que pongan la tablet a tope con Peppa Pig, Pocoyó, o canciones infantiles cantadas por un coro de perros y gatos. Algún día pasará algo grave con esto, no lo provoquen.

Objetivo 5: sean felices.

Ya tocaba uno más complejo. Sean felices. Eviten a la gente que les ensombrece, reivindiquen como lo que son, gente estupenda. No den por hecho que no pueden hacer nada por mejorar, y manden a tomar por saco a quien les limite. Lo único que pasa cuando alguien elimina un tope es que se crece. Y quieran a quien se deje abrazar, y diganse que se quieren, y abrácense, dense besos, y tomen cafés y queden con amigos, y disfruten lo que quieran.

Cinco objetivos para empezar el año, tampoco son tantos, ¿no?

El año pasado abrí las sabatinas de 2022  dándoles las gracias el 1 de enero,  con una frase de Desmon Tutú, el arzobispo sudafricano, que decía: “Haz un poco de bien donde estás; son esos pequeños fragmentos de buenas acciones las que abruman al mundo. La esperanza es poder ver que hay luz a pesar de toda la oscuridad”. Si les parece, y me acuerdo, claro, esta será la frase que acompañe todas las aperturas de año que nos queden de Sabatinas. No hay que perder la confianza en el poder de los pequeños gestos. De ser amable, de sonreír, de darse la vuelta en lugar de encender más una conversación, o de soltar un guantazo al imbécil de turno si procede, según se tercie. No hay que descartar lo que podemos influir en los demás con pequeños gestos, para bien y para mal, y confiar en que gesto tras gesto se logre algo mejor. Que igual dirán que soy un soñador, pero, oigan, creo que no soy el único; igual se van uniendo más y, quien sabe, todo el mundo estemos de acuerdo, quién sabe.

Sonrío.

Sean buenos pero, sobre todo, sean felices. 2023 será lo que cada uno quiera que sea.

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