Decía Sartre que "basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera". Ya se han producido graves incidentes en un tranvía en Manchester donde han sido agredidas personas que sólo son un poco diferentes: En las calles de Londres, personas de rasgos latinos -simplemente diferentes- han sido amenazadas y conminadas a irse del reino Unido. El voto de muchos ha sido para recuperar las raíces que diferencian. Si algo caracteriza a Londres, algo positivo, envidiable, es la multiculturalidad, la mezcla de razas y de orígenes, de creencias y de formas de vivir. Contra eso también han votado muchos. La diferencia engendra odio y el odio nunca construye nada, sólo destruye, aniquila, derrumba.
En Gran Bretaña y también en Europa hay grupos, afortunadamente todavía minoritarios, que están esperando el pistoletazo de salida para emprender la lucha contra el que no es como nosotros. El mestizaje, que es una las grandes cosas que España dejó en América, es rechazado por muchos. Y el Brexit parece ser la manera de sacar a la calle esta amenaza, de utilizar el odio como arma de destrucción masiva. Todavía seguimos distinguiendo "al otro", al diferente por su color de piel, por su origen, por sus creencias, por sus inclinaciones. Le distinguimos y le rechazamos. Con violencia, con abuso de la fuerza, en grupo, aprovechando el miedo.
El odio es también lo que ha sembrado el terrorismo que mata en Nueva York, en Madrid, en París, en Londres, en Bruselas o en Turquía. Indiscriminada pero intencionadamente. "El odio es la venganza de un cobarde intimidado", decía Georges Bernard Shaw. Contra el odio hacen falta políticas serias de los Gobiernos europeos, una declaración activa de principios, una lucha a muerte contra los que quieren acabar con una Europa unida, libre, patria de los derechos humanos. Aunque los políticos europeos no estén respondiendo al reto de la inmigración, aunque hayan dejado en manos de Turquía el freno a los que huyen, deben ser conscientes de que los enemigos no son los que llegan buscando paz y seguridad, una oportunidad para vivir, sino los que siembran el odio. Da igual que estén fuera de las fronteras o en nuestra propia casa. Hay que combatir el odio contra el diferente, hay que castigar duro a los violentos porque este es un delito de lesa humanidad. Y hay que trabajar en el corazón de los países donde se genera la desigualdad más absoluta, porque sólo ayudándoles a crecer y a recibir una buena educación, podremos acabar con el odio asesino.