• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Al aberchándal no le gusta el flamenco

Por Javier Ancín

El problema con el flamenco es lo de siempre, que es español. En su cabeza así resuena, como los platillos que toca el monico en el cráneo vacío de Homero Simpson.

Eva Yerbabuena da un concierto en Baluarte durante el Festival Flamenco On Fire. JAVIER FERGÓ  (1)
Eva Yerbabuena en un concierto en Baluarte durante el anterior Festival Flamenco On Fire. JAVIER FERGÓ

Anda escocido el aberchandalismo en las redes porque a la gente en Navarra le gusta el flamenco y, lejos de ir a menos, la cosa ha cogido un vuelo que ríete tú de la palomica de la jota.

El aberchándal siempre vive en estado perpetuo de rojez perianal, previo paso primero por el de la burla, claro. Cuando alguien decidió que quería levantar un festival de flamenco en Pamplona, lo primero que hizo la representante suprema de la secta de Sabino en Nafarroa, Barcos con k, fue descojonarse del asunto. ¿Irroña, una capital flamenca? Y se reía... jajajaja. Eso es imposible, ¿qué somos ahora, andaluces? Y se reía más. Jajajaja.

Ahora que la cosa se ha asentado y tiene una calidad de primera división y se agotan por sistema todas las entradas ya se ríen menos. Han vuelto a su estado natural aberchándal del ceño fruncido, culo escaldado y marcando mucho las erres. Eso no es nuestrrrrrrrrro. Las erres sí que son nuestras, desde de ser, porque cada vez las marcan más.

Si pudieran le meterían otro bombazo al festival, como ya hicieron con aquella bacanal mundial de artistas que los Huarte montaron en Pamplona a principios de los años 70, los encuentros 72, intentando colocar a esta ciudad provinciana a la vanguardia del arte universal. Desistieron, claro, quién no iba a desistir si te ponen en el punto de mira, llegando incluso a secuestrar a uno de sus miembros. Y se jodió una vez más lo nuestro, por los cazurros de siempre.

Además, si lo piensan bien, incluso yendo al epicentro del folclore, a la raíz de lo popular, como si alguna vez se hubieran preocupado de lo nuestro, que si algo han despreciado los aberchándales es lo nuestro. Al aberchándal lo nuestro se la pela, el aberchándal solo se preocupa de lo suyo.

Ejemplos tienes mil, de la jota navarra también se reían, toda la vida se han estado riendo de todo lo nuestro en realidad, porque nada era suficientemente aberchándal, es decir, suyo. A la jota la han despreciado desde que tengo uso de razón. Eso es cosa de los españoles de la Ribera. Ya sabéis, nunca se es demasiado puro para ser respetado por esa ideología racista. ¿Los joteros? Unos paletos.

El problema con el flamenco es lo de siempre, que es español. En su cabeza así resuena, como los platillos que toca el monico en el cráneo vacío de Homero Simpson. Español, cling, malo, español, cling, malo, español, cling, malo... De ese esquema no les sacas. Es español, ya no es nuestro, y primero nos reímos para desactivarlo y si no es suficiente con ridiculizarlo y sigue creciendo, entonces pasamos a combatirlo por otros medios más contundentes. En defensa de lo nuestro. Pum.

Como si el rock alguna vez hubiera sido nuestro, es decir, suyo, y no una cosa surgida en EEUU, que con él no tuvieron problema en adóptalo funcionarialmente. A sueldo de cada concejalía de festejos los tenías a todos esos que iban de antisistema (gloria eterna a Eskorbuto, a los que expulsaron los aberchándales del reparto de subvenciones públicas por la mítica canción profética, ‘A la mierda el País Vasco’), en aquello que se inventaron en los 80 y que alguien le puso el rimbombante e identitario nombre de rock radical vasco.

En fin... qué pereza dan, ya se les pasara y si no, pues polvos talco. Larga vida al flamenco en Navarra. Viva Sabicas. Y eso es todo.


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Al aberchándal no le gusta el flamenco