• sábado, 20 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Un Amigó, con diez, mereció más Copa del Rey

Por Javier Ancín

El ambiente era inmejorable, de fútbol de toda la vida, a la antigua, sin cámaras, pantallas, analógico, del que si parpadeas te lo pierdes. Grada a reventar, marea amarilla, bullicio y mucha percusión. 

Los jugadores navarros se abrazan tras el partido entre el CD Amigó y CD Fuentes correspondiente a la fase previa de la Copa del Rey disputado en el Mutilnova. IÑIGO ALZUGARAY

Atasco para llegar, hasta policía regulando el tráfico, como en los grandes partidos de antes, cuando bajábamos al Sadar de pequeños. Mucha mierda, que se dice en el mundo del teatro como deseo de buena suerte porque aquello estaba de carruajes a reventar. Éxito de público, llenazo. Primera victoria, de esas que te dan moral.

Entrabas en la bombonera del Mutilnova y de bruces te topabas con el Pipa Gancedo, antiguo jugador de Osasuna y de River Plate, que se viene a ver el partido, contestaba a quien le preguntaba. El ambiente era inmejorable, de fútbol de toda la vida, a la antigua, sin cámaras, pantallas, analógico, del que si parpadeas te lo pierdes. Grada a reventar, marea amarilla, bullicio y mucha percusión. Por tener tenemos hasta afición visitante.

El cielo amenazaba lluvia... como en los horizontes de las pelis de ciencia ficción. La aventura comenzó con un marco épico perfecto. A la izquierda, desde Aragón, el Fuentes, todo de blanco. A la derecha Amigó, pantalón azul y camiseta amarilla. Los jugadores no llevan nombre en la espalda. Solo hay números.

Minuto 8, falta peligrosa a favor del Amigó que impacta contra la barrera. La grada pide mano, el arbitro manda continuar, sigan, sigan... jueguen, aquí no hay Var. Aquí los asistentes vuelven a ser linieres y van a misa con sus decisiones y los árbitros pueden ir al cielo... o se condenan solos, porque operan sin red. Aquí el trío arbitral vuelve a ir de negro, como cuando se les llamaba trencillas.

Minuto 16 y se acaba el partido. El árbitro entiende que, más que un fallo en el despeje del defensa amarillo que termina derribando al contrario, es una falta clamorosa del que cierra, cortando una ocasión manifiesta de gol... y roja. El Amigó se queda con diez. Demasiado.

Y lo inevitable no tarda en manifestarse. Gol del Fuentes, minuto 20. Un balón mal despejado, mal rechazado, imposible de atajar, que queda bailando, orbitando excéntricamente alrededor del punto de penalti, y el Fuentes la enchufa en el área pequeña. La noche se hace más oscura, los focos iluminan igual pero dejan de brillar  tanto. La matemática acude rauda a nuestro encuentro para recordarnos que dos y dos son gol en contra del equipo que se queda con un jugador menos.

Minuto 32. El Fuentes construye fútbol. Con un jugador más aún mueve mejor el balón de izquierda a derecha hasta que con un pase vertical en el balcón del área encuentran a su delantero, solo contra el portero, toquecito de calidad y no perdona. Dos cero. Mecachis... esta noche no parece que acuda lo irracional, lo que disloca el espacio, el tiempo, la lógica de la ilógica al terreno de juego que hace que lo imposible se nos aparezca, tan real, como un cuerpo celeste sólido.

Y no será porque Amigó no empuja, no corre, no lo intenta, que ya que estamos aquí, juguemos, disfrutemos, aunque el campo esté cuesta arriba. Por ellos no va ser, aquí no se acaba el concierto aunque estemos tocando acordes con una cuerda menos. Varios disparos, alguno realmente peligroso después de internadas amarillas por banda que son los ríos que desembocan en la mar del minuto 45 que es el morir de la primera parte.

Partido tan entretenido, el tiempo pasa volando cuando el espectador disfruta, como injusto ha sido el palo en las costillas contra Amigó. En fin. Tregua y bocadillos en la grada, grandes como un contrafagot desplegado. Botas de vino al viento como violines concertinos soplando triunfantes su melodía en la orquesta de aficionados. Para que luego digan que no hay virtuosismo en el fútbol modesto.

La segunda parte no tuvo mucha más historia. Al cuarto de hora cayó el tercero para el Fuentes que tenía hasta el viento a favor. Amigó peleó con una honradez sin límites, hasta el minuto noventa, que el último tramo del partido se jugó más en el área del rival que en la propia, mereciendo incluso un gol que no terminó de germinar.

La gente en la grada se acodaba en el paravalanchas de la canción de Calamaro, Estadio Azteca, sin darle la vida, sin sufrirla, observando como quien se asoma a un mirador para disfrutar del paisaje, reconstruyendo también el periplo que te llevo frente al prodigio.

Cantando agradecidos, aplaudiendo a los chavales, buscando memorizar los detalles, fijándolos, porque hay que recordar siempre esta aventura, la de que un día el equipo de tu cole -más que tu primer equipo, tu equipo cero, el epicentro de tu vida futbolística, con él se desató el terremoto- a punto estuvo de disputar una eliminatoria de Copa del Rey contra un equipo de primera división. Bien jugado. Muy bien competido, Amigó. Y eso es todo.


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Un Amigó, con diez, mereció más Copa del Rey