• sábado, 27 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Asiron y su fascinación por la violenta hojarasca

Por Javier Ancín

Premiamos al violento, le abrazamos, lo ponemos en primera fila, que sepan los trabajadores agredidos de ese ayuntamiento quien va a ser su amo, que se humillen, que se callen, que nunca más osen intentar imponer la ley contra ellos. Asiron quiere ser la ley, se cree la ley, confundiendo la civilización con sus deseos de barbarie.

Acto central de la campaña de EH Bildu Iruñea con la intervención del candidato a la Alcaldía del Ayuntamiento de Pamplona, Joseba Asiron

La Irroña de siempre de nuevo aquí. La Irroña del charco de sangre, del olor a quemado, del cristal de escaparate reventado que chilla cuando lo pisas por las calles. La Irroña de la amenaza, del ojito, del ten cuidado, del tú te lo has buscado... de la diana en la pared, de mira hacia atrás que por ahí te vendrá la hostia, de la manada aberchándal que te acorrala contra la pared para lincharte.

La Irroña de siempre brota de nuevo, como una tubería de agua fecal que salta por los aires, un géiser de mierda, tan vieja como sus viejos candidatos; tan peligrosa precisamente por oxidada, como aquellos columpios traicioneros de nuestra infancia, donde la corrosión creaba cuchillos.

Abaurrea, condenado por agredir a funcionarios del ayuntamiento de Pamplona vuelve a las listas del partido de la Eta en esa misma institución. Vaya papelón va a volver a hacer el Psoe regalándole la alcaldía de nuevo a Asiron, cuatro años más viejo, cuatro años más inútil, cuatro años más fanático, más descompuesto. Ciego en su afán por derribar lo construido, lo arreglado, aunque sea a cabezazos, sobre todo a cabezazos, embistiendo. Ciego en su afán de ir contra todo lo que no huela a aberchandalato, llevando a hombros al condenado por agredir a policías municipales, incluso a una concejala de Navarra suma. No se detiene ante nadie, ante nada. Que se note, que todos asuman que la violencia es su camino, como siempre ha sido, como es siempre. Orgullosos de ejercerla. Orgullosos del agresor, de quien apalea, de la masa que lapida.

Premiamos al violento, le abrazamos, lo ponemos en primera fila, que sepan los trabajadores agredidos de ese ayuntamiento quien va a ser su amo, que se humillen, que se callen, que nunca más osen intentar imponer la ley contra ellos. Asiron quiere ser la ley, se cree la ley, confundiendo la civilización con sus deseos de barbarie.

Asiron el arbitrario, Asiron el megalómano, y coqueto, estilizado, irreal, falso, que se hace retratar por el pintor etarrilla a 50.000€ el cuadro, en su mitología  de guerras y fuego y defensas y ofensas que solo existen en su cabeza de trinchera, de liquidar al vecino, de que la turba acabe con quien se atreva a discutirle. El aberchandalato solo aspira a que su dictadura sea eterna, a juego con sus neuras.

En fin, vuelve todo lo que se había ido sólo un poco, escondido, agazapado, pero aún más revenido, aún más fanatico, aún más desquiciado, completamente retestinado. Asiron con sed de venganza, dispuesto a pasar la factura a todo lo que se le quedó sin cobrar en los primeros cuatro años de desvarío como alcalde. Dispuesto a que la losa de cemento que dejó sobre la avenida de las Navas de Tolosa durante cuatro años sea la metáfora de su nuevo reinado.

Vuelve la hojarasca, ese detritus que nos traen los torbellinos que nos contó Garcia Márquez en su primera novela. Esos escombros, esos putrefactos miembros sanguinolentos. Vuelve el odio a Macondo, la hojarasca de desperdicios humanos. La hojarasca implacable que todo lo contamina con su olor multitudinario a violencia. Un ventisquero fermentado con olor a muerte.

Aviso a navegantes, el partido de la eta siempre premiará al violento, es su naturaleza, como la del escorpión. Y eso es todo.


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Asiron y su fascinación por la violenta hojarasca