- jueves, 05 de diciembre de 2024
- Actualizado 14:00
Como todos de ustedes ya saben, y si no lo vuelvo a soltar, me encanta el fútbol. Y claro que vi la final de la Copa del Rey… de España. Por un lado el Mallorca y por el otro el Athletic Club, nombre vasco donde los haya, no le llames el Bilbao que se cabrean como si Bilbao fuera un insulto terrorífico. ¿A ti te gustaría que Osasuna se llamara el Irroña?, suelen decir para que lo entienda. Hombre, pues no, visto así. Competición que los del Athletic adoran pero que odian a la vez, porque es española y ellos no lo son porque son vascos, claman. Sea lo que sea eso de ser vascos, apostillo yo.
Como lo único que me une a Mallorca es la ginebra Xoriguer de los gintonics y las pomadas, que además es de Menorca, yo quería que ganara el Bilbao (sic), confieso. ¿Anasagasti con quién iría? Por eso de la ensaimada mallorquina, digo.
Quería que ganara el Bilbao (sic), y sí, ya lo sé, no tiene sentido alguno. Me he hecho viejo y blandito -feo y sentimental ya venía de serie, como el marqués de Bradomín de Valle-Inclán, inspirado, tiene guasa la cosa, en un militar de Granada que se apellidada… Vasco: Carlos Calderón y Vasco- porque tengo familia y muy buenos amigos aficionados a ese equipo y yo a mi familia y amigos les quiero mucho y solo deseo su felicidad… pero que lo lograran sufriendo, como así fue.
Como el partido no tuvo más trascendencia que la de ver al hermano Berengario del Nombre de la rosa, Bereguer, un jugador de Tajonar -una cantera la de Osasuna única en el mundo, en euskera baturra, unique in the world- meter el penalti decisivo que les daba el título, me entretuve con eso de la identidad vasca mientras pasaban los minutos.
¿Qué es lo vasco, qué es ser vasco? Pues más allá del mote del entrenador del Mallorca, que es mexicano y osasunista, Javier Aguirre, no lo sé… concluí, y me puse a mirar a ese equipo y a su afición, que según nos cuentan todos ellos, es la quinta esencia, el destilado perfecto que hay hoy de lo vasco, de ser vasco.
Empecé a rebuscar fotos del día de autos y estéticamente no tenían mayor diferencia con cualquier habitante del estado español, o del estado alemán de Baviera –qué gran bar ese desguace de la plaza del castillo-, en cuanto sale un poco el sol. Sobre todo había bermudas de tejido vaquero y mucho corte de pelo de ese que se lleva ahora estilo delincuente roba móviles amego tiene un shegarro. Por ahí yo creo que no vamos bien para entender lo vasco, me dije. Parecen habitantes de una banlieue francesa. Los metes en Saint-Denis y no desentonan nada con el paisanaje parisino.
Por el lado de la tradición tampoco, que ya no cantan ni su himno -pitar el de otros se les da mejor- creado hace 40 años porque el original, el primigenio, estaba en español y en una estrofa decía que eran la mejor afición de España.
Yo sospecho que es porque tiene mucha letra en euskera y es jodido de aprendérselo y no pueden montar el karaoke como en el cántico del encierro. Lo han sustituido por esa canción depresiva de Mikel Laboa, Txoria txori, que no sé qué pinta con ese tono lastimero, de cortarse más que las alas las venas, en medio del jolgorio festivo y eufórico de un partido de fútbol. Riau, riauuuu.
Mi teoría es que como la letra en euskera se limita a la repetición de un par de frases muy sencillitas, como de primer día de euskaltegi, pues les hace ilusión cantarla para que parezca que tienen todos el EGA. Como cuando dábamos la turra nosotros de críos a los padres con la flauta en casa porque habíamos aprendido en el cole algún villancico facilito tipo Noche de paz. Tuuuuuu-tu-rurú.
Yo creo que ni la entienden, además, porque si algo hace el aficionado del Athletic con sus pájaros que quieren volar es intentar cortarles las alas y despreciarlos cuando consiguen largarse de ahí. Que se lo digan a Llorente o a Javi Martínez, por decirte dos de los últimos que nos salieron buenos a los navarros y riojanos -vivan las peras de Rincón de Soto al vino de Ayegui- y que en cuanto emprendieron el vuelo pasaron a ser enemigos íntimos de la parroquia de San Mamés.
San Mamés. A lo mejor por ahí encuentro lo vasco. Pero tampoco. Mamés era un tío de Turquía. Y lo de los leones, apelativo por el que se les conoce, debe de ser por cosas de allí y de sus milagros turcos, aunque en Turquía no sé si hay muchos leones. Donde no hay rastro de leones, seguro, es en Euskadi, que ni en el yacimiento de Iruña-Veleia han dado con ellos. Quizás esperan encontrarlos en Irulegui, no lo sé. Ya veo el titular de los Josebas: “Encontrada zarpa de león en Irulegui. Expertos de Aranzadi confirman que Navarra es del Athletic, la selección nacional vasca. Gora Euskadi askatuta”.
Estaban por Sevilla los de los cencerros en el culo de Ituren, que ya son como la tuna en Salamanca sableando turistas. Montan el show donde les llenan la pandereta, en este caso el badajo, de billetes, y que muy vasco muy vasco tampoco es porque pieles y cencerros y gorros grotescos hay en prácticamente todos los carnavales folclóricos no solo de España sino de Europa.
Lo más tradicionalmente vasco que encontré fueron las dos cruces de Borgoña que tiene el escudo del Athletic Club, una a cada lado, y que como les deben de joder algún relato, se empeñan en disimular como si fueran una equis sin sentido alguno: un empate en la quiniela o una alusión a Xvideos, yo que sé. Y los colores de la camiseta, el blanco y rojo, que derivan de la bandera de Bilbao que a su vez proviene de ese anterior pendón español, aspa roja de san Andrés sobre fondo blanco, tan denostado últimamente por, cómo no, facha. Y eso es todo.