- miércoles, 04 de diciembre de 2024
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Vivimos instalados en el que viene la ola -que viene, que viene, uh-uh, que cantábamos de pequeños cuando queríamos chinchar a algún compañero para que se arrancara a perseguirnos-, que viene la ola y la nueva ola, y desde luego la nueva ola de la nueva ola... y en sus variantes, claro.
Parecemos el panorama musical que surgió después del punk, a finales de los 70 principios de los 80 del siglo pasado, la New wave, cuando se buscó sonidos más comerciales, más digeribles. The Police, The Clash, The Cure, New Order, R.E.M., Depeche Mode, U2... Ese rollo.
En Inglaterra, medio en serio medio en broma, les dio por retorcer el concepto, la New wave of new wave, antes de que ya todo fuera escudería Britpop, ese panorama de los 90 que aún hoy muchos cuarentones añoramos como nuestra edad de oro de bares, juergas interminables y canciones. Blur, Oasis, The Verve, Suede, más o menos el Radiohead del disco Ok, computer, Pulp... no sé, cosas, así.
El Britpop también tuvo una nueva ola, pero ya no tuvieron waves los periodistas ingleses de utilizar más metáforas marítimas para etiquetar el asunto y le pusieron el prefijo post delante, que siempre es más socorrido. Post-Britpop, del que el máximo representante es Coldplay, que empezó muy bien con el discazo Parachutes pero que ha terminado como ha terminado... en nada, eso sí, con mucha espuma, efervescente, como la ola -ola nueva ola- cuando asciende ya desfondada por la arena de la orilla.
Olas, nuevas olas que se comen a olas pasadas. Variantes del Covid que son más virulentas o comerciales que las anteriores. Palos entre la gente, ponte la mascarilla, quítatela, vacunas contra antivacunas, pánico contra serenidad. Antagonistas, vamos, lo de siempre, para que siga rodando el asunto... quizás el negocio: Blur contra Oasis como antes fueron los Beatles contra los Rolling Stones, o Britpop contra Grunge, Inglaterra contra EEUU, como antes fue el punk contra los putos hippies... hoy reconvertidos en la secta del carril bici.
De algo hay que hablar, de algo hay que vivir, algo hay que hacer para intentar politizar el dolor que decía el desaparecido Pablo Iglesias que había que conseguir para sacar votos. Algo hay que hacer para inocular el miedo en la gente y que te vote, como siempre propuso otro que saltó por los aires hace unos meses, el gurú de Sánchez, Iván Redondo. Aquí estamos o ya no sabemos ni dónde estamos.
Esta semana, en el homenaje a Michael Robinson que jugó Osasuna contra el Liverpool, las gradas de Anfield estaban a reventar. The Kop cantó el You'll Never Walk Alone sin mascarillas, ni distancias... ni gaitas, que lo cantan como todo el mundo sabe a pelo, a grito pelado, vamos, esputando saliva los unos contra los otros como si no hubiera un mañana. En Inglaterra no hay ninguna restricción ya de nada. Aquí Txibite creo que nos calzó un toque de queda hace unas semanas, creo porque ya no sé ni dónde estoy, como he dicho antes. Las pocas veces que he salido a cenar estos meses, le pregunto al taxista de camino al restaurante hasta cuándo puedo quedarme hoy, mamá. Hoy hasta la una, señor. Gracias.
¿Por qué en Inglaterra no hay ya ninguna restricción y aquí estamos aún comidos por ellas? Yo qué sé, será que Txibite es más inteligente que el primer ministro británico, Johnson, que no tiene ni idea.
He renunciado a comprender nada, yo solo quiero saber una cosa. Ese activista tuitero del que usted me habla, déjate de fotos chorra con pies de foto de dar vergüenza ajena y resuélvenosla a la mayor brevedad posible. ¿Dónde se mete Coronalzorriz en estas vacaciones de maestro que se está pegando, que hace meses que no se le oye ladrar? El pueblo quiere saber. Y eso es todo.