• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

A Miguel Ángel Blanco lo mató el nacionalismo vasco

Por Javier Ancín

ETA ha ganado. Sánchez ya habla de España y Euskadi como dos países diferentes, nada menos que en Ermua, de donde era el chaval que los nacionalistas vascos mataron para conseguir que un presidente del PSOE, algún día, hablara de España y Euskadi como dos realidades diferenciadas. 

Ayer mataron a Miguel Ángel Blanco, aunque se muriera hoy hace 25 años, de madrugada, con dos tiros en la cabeza que se los disparó un nacionalista vasco. Le secuestraron, le metieron en un maletero de un coche durante dos días, le sacaron maniatado, encapuchado, le pusieron de rodillas y sin piedad ante un llanto enloquecido que, según la autopsia quemó profundamente sus mejillas, le dispararon. La tortura no cesó ni cuando le abandonaron en un camino de Lasarte, que estuvo agonizando durante horas. 

Contaba Otegi, ese viejo cruel y despiadado que ha dedicado su vida al odio y al crimen, que recuerda muy bien dónde estaba cuando se enteró de la noticia: pasando con su familia un agradable día de playa en Zarauz, despreocupado del mundo, su mundo, que tenía secuestrado a un chaval de 29 años y en su nombre, en el nombre todos los nacionalistas vascos, le pegó dos tiros en un camino. No movió un dedo para que no se consumara el asesinato, su asesinato. Si alguien podía hacerlo era él. Prefirió que todos supiéramos de qué bando estaba, de los que ante la crueldad no intentan que cese sino que se regodean en ella, la azuzan, la provocan, la disfrutan yéndose a bañarse en el mar. 

Hace 25 años yo estaba en Londres. No existía la telefonía móvil como hoy la conocemos y la información fluía de una forma lenta en un internet que estaba naciendo. Llamábamos a casa con frecuencia para intentar saber algo más. Yo, a diferencia de Otegi, recuerdo esos días con mucha angustia. Cada vez que entrábamos en alguna tienda y nos oían hablar en español, los dependientes nos preguntaban que qué pasaba, con cara de preocupación, que si sabíamos algo, que si lo iban a matar realmente. 

Sí, claro que lo van a matar, les decía a todos, no tengo ninguna duda. El nacionalismo vasco siempre opta por la mayor crueldad posible en todos sus asesinatos y este no iba a ser diferente.

Recuerdo bajar del hotel cada mañana a un kiosco que tenían prensa de todo el mundo y mirar impresionado los periódicos. Todas las portadas con el crimen del nacionalismo vasco. Incluso alguna foto de los Sanfermines de Pamplona ilustraba la noticia. 

También recuerdo cómo tras el asesinato, el kiosquero, un indio con su turbante y todo, con el que solía charlar cada mañana, con el que compartía el miedo, nuestro miedo, a lo inevitable, me consoló como si Miguel Ángel Blanco fuera de mi familia, de nuestra familia. Me impactó esa calidez humana, esa unión universal contra la barbarie, abrazándonos contra ella, por eso me repugna especialmente la actitud sádica de Otegi.

Eta siempre fue y es el sistema. Con Miguel Ángel Blanco se les fue la olla porque no midieron y hubo que salir a rescatarlos. Primero el PNV, con el pacto de Estella, y posteriormente el PSOE, haciéndoles no solo sus socios, que gobiernan Navarra y España con ellos, sino los guardianes de la memoria, es decir, de la desmemoria, de los asesinatos, sus asesinatos, como el de Miguel Ángel Blanco. Te mato y te arrebato hasta el recuerdo porque Sánchez y su PSOE así lo quieren.

25 años después de este crimen del nacionalismo vasco, Eta ha ganado. Sánchez ya habla de España y Euskadi como dos países diferentes, nada menos que en Ermua, de donde era el chaval que los nacionalistas vascos mataron para conseguir que un presidente del PSOE, algún día, hablara de España y Euskadi como dos realidades diferenciadas. Cada asesinato del nacionalismo vasco ha tenido premio. El PSOE se ha encargado de entregarle el trofeo. Y eso es todo.


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A Miguel Ángel Blanco lo mató el nacionalismo vasco