• martes, 23 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

El Mundial que nunca se tendría que haber celebrado

Por Javier Ancín

En este Mundial de fútbol, especialmente este que no se tendría que haber celebrado nunca, la FIFA ha manchado la pelota pringándola de sangre por un puñado de billetes. Costará años volver a limpiarla, si es que alguien en la FIFA quiere limpiarla, que esa es otra. Y eso es todo.

Ha comenzado el Mundial de fútbol cuando no toca, construido, además, de forma artificial sobre unos cimientos macabros de miles de trabajadores muertos al ponerlo en pie. No sé a quién le puede interesar una competición que además rompe el ciclo sagrado, el tiempo eterno, del Mundial en verano, cada cuatro años. A mí no me interesa nada un Mundial en noviembre, pero me sigue gustando el fútbol, hablar de fútbol, leer de fútbol, pensar de fútbol.

Me acordaba estos días escuchando en el coche la canción que le compuso Calamaro del Maradona futbolista. Y volví emocionado al primer mundial del que recuerdo algo, México 86. Maradona daba alegría a la gente, como canta Andrés, todo lo contrario que este Mundial absurdo.

Yo era un niño que aún no sabía que la FIFA siempre ha perseguido el negocio por el negocio hasta que el fútbol pasó a ser solo la excusa para ello. De eso me fui enterando poco a poco. Solo quería seguir los partidos, aunque muchos me dormía por el horario de madrugada. En aquellos Mundiales de antes habría obsesión por sacar pasta pero también había ambiente, mística, prodigios de fútbol. En aquellos mundiales el dinero no lo había comido aún todo. El fútbol era el sujeto. Hoy solo es la excusa para que gane dinero un organismo corrupto como es la FIFA.

Los dos goles más famosos de los mundiales se metieron el 22 de junio de 1986 entre las doce del mediodía y las dos de la tarde en un estadio Azteca abarrotado. 115.000 personas. En México. Cuartos de final. Argentina contra Inglaterra. La mano de Dios, minuto 51, y solo cuatro minutos después, El gol del Siglo, en recorrida memorable. No he encontrado la temperatura exacta pero las crónicas hablan de un calor agobiante. Y de las quejas de Maradona contra la FIFA por el horario demencial que habían elegido sin contar con los futbolistas, por exigencia de las televisiones, poniendo en riesgo su salud. La cosa viene de lejos como ven. Siempre hay un momento en el que se jode el Perú, Zavalita, y ya no hay forma de parar, descendiendo la pendiente de la indignidad cada vez más rápido.

Hoy no queda ni ese consuelo de que al menos hay ambiente, vida, yo qué sé, algo, porque no hay nada. Todo es de mentira. Cartón piedra. No hay aficionados, solo hay grupos de autóctonos con las camisetas de las diferentes selecciones haciendo pasacalles sin pulso. Este Mundial es un parque de atracciones con los cochecitos sin niños y la música desafinada, atronadora, intentando tapar el silencio que chirría. Una competición en un país que no respeta los derechos humanos no debería de haber comenzado nunca, por si no había suficiente motivo.

Es todo muy triste. Un solar, aunque lo tengan edificado hasta el cielo. Catar es un desierto también en las gradas, que el partido inaugural terminó ayer domingo con un estadio prácticamente vacío. Al descanso ya se había ido la mitad del aforo y a falta de un cuarto de hora no quedaba nadie. Aquí no hay duende. Aquí no hay alma. Todo es depresivo, represivo. Es un cementerio sin respeto por los muertos ni por los vivos.

El día que se retiró, con una Bombonera a reventar de hinchas de Boca, Maradona tomó el micro y soltó un discurso que ya es historia. Él podía haber cometido en su vida privada mil errores pero el juego era sagrado y había honrado ese deporte lo mejor que supo, con todas sus fuerzas: la pelota no se mancha, dijo el Diego. La pelota no se mancha, no se profana. Maradona en el campo, en la cancha, fue un jugador honesto, no hay más que ver sus vídeos. Infantino es un ser inmoral dentro de su terreno de juego.

En este Mundial de fútbol, especialmente este que no se tendría que haber celebrado nunca, la FIFA ha manchado la pelota pringándola de sangre por un puñado de billetes. Costará años volver a limpiarla, si es que alguien en la FIFA quiere limpiarla, que esa es otra. Y eso es todo.


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El Mundial que nunca se tendría que haber celebrado