• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Las navidades vascas no son como las de Pamplona

Por Javier Ancín

Como en Pamplona el cuatripartito ha amabilizado también las navidades, es decir, se las ha cargado, cuatro putas luces cutres en farolas alternas, me he venido a San Sebastián a disfrutar de las fiestas.

GRAF458. SAN SEBASTIÁN, 20/12/2018.- Vista de la noria instalada junto a la playa de La Concha de San Sebastián con motivo de las fiestas navideñas. EFE/Javier Etxezarreta.
Vista de la noria instalada junto a la playa de La Concha de San Sebastián con motivo de las fiestas navideñas. EFE/Javier Etxezarreta.

Aquí los fastos navideños duran un mes, exactamente de santo Tomás, el día 21 de diciembre, a la Tamborrada del 20 de enero. Luego dicen de los andaluces, que se pegan el día de fiesta. Tendrán valor... je.

Comienza el asunto con las dos fiestas vascorras por excelencia de estas fechas, -el ricino al principio-, donde a los navarros nos reservan únicamente el papel de poner en escena a dos marranos. La cerda de Santo Tomas, 340 kilos, de Leiza, este año de nombre Gilda, y al cutico del Olentzero -el puerco barrigudo lo llamaba el Padre Donostia-, de Lesaca, otros 500 o 600 kilos de morlaco borracho fumador y comercializador de humo negro.

Sigo pensando que habría que prohibirlo, es un mal ejemplo para los niños, y si el franquismo le dio pista libre desde 1957 para recorrer nuestras calles, con más motivo. Nada que permitiera Franco, y menos desde tan temprano, puede ser bueno para nuestros pequeños. Hay que aplicarle la memoria histórica, que no quede ni rastro del antiguo régimen dictatorial por nuestras plazas, y mandar al gordo al baúl del olvido de la historia, con boina y y todo. Ospa!

(Por cierto, amados lectores, ¿os habéis parado a pensar en que los animalistas no se quejan nunca de que en las fiestas vascorras haya animales vivos al servicio del disfrute del personal? Qué penica daba la pobre cerda varada en la donostiarra plaza de la constitución el otro día)

El caso es que pasadas estas dos celebraciones de otro tiempo más oscuro, las navidades donostiarras se convierten en un espacio maravilloso de luz, glamour y espectáculo allá donde pones los ojos. Da gusto pasearse por sus calles, contemplar las luces y el devenir de la vida burguesa, con sus galas y sus atracciones.

El gobierno vasco no ha tenido problema en colocar una noria inmensa frente al ayuntamiento para que los niños disfruten de unas vistas espectaculares de la bahía, previo pago de su correspondiente billete. ¿Les suena? Yo sé lo refresco.

No como en Pamplona, que para poner una pista de hielo se monta la mundial, y termina por no ponerse, claro, porque al alcalde batasuno y a sus secuaces inquisitoriales perseguidores de ilusiones, no le sale de los cojones que los niños sean niños durante estas fechas. Las justificaciones son de lo más peregrinas. La más demencial se la leí a una plumilla del régimen. No hay que ponerla porque Irroña está llena de niños pobres, pero pobres como putas ratas, pobres de novela de Dickens, que no pueden pagarse una vuelta en el cacharrico y eso originaría una marea de frustraciones que poco más o menos iban a terminar con los críos traumatizados de por vida. Pamplona es una puta mierda, vale, pero ni yo me atrevo a arrastrarla tanto por el fango, joder. Pamplona no es ese asilo de pobres de pedir que se empeñan en decirnos desde el eusko régimen que es. Solo es un sitio triste, aburrido, gris y que si está muerta no es por la pobreza, es por otra cosa, es por otra gente, por los que la gobiernan con puño de acero contra la propia ciudad.

En San Sebastián, las navidades aún son esa celebración de siempre que deslumbra por su belleza, por su elegancia, por su gran ambiente en las calles -una pequeña gran ciudad a la europea sin complejos consumistas ni religiosos-, que da gusto enseñársela a los niños y a los mayores, invitarles a una copa para celebrar el año nuevo en alguna de las fiestas donde no corres el peligro de encontrarte a un basajuan (sic) disfrazado de basajuan (sic), con el sobaco al aire acercándotelo a los morros.

Quién diría que las dos ciudades están gobernadas por el nacionalismo vasco, ¿verdad? Pues eso naburricos míos, pues eso... que os timan, que os están timando. El nacionalismo vasco también os ha robado las navidades pero para ellos, en sus ciudades vascas, las guardan con celo, mimándolas hasta el detalle. Y eso es todo.


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Las navidades vascas no son como las de Pamplona