• jueves, 05 de diciembre de 2024
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Opinión / A mí no me líe

La obsesión aberchándal con las basuras de Pamplona

Por Javier Ancín

"El tema de las basuras da mucho dinero. Muchísimo. Curiosamente, todos los protagonistas, tanto a este como al otro lado de la realidad, tanto a este como al otro lado del océano, van vestidos de la misma forma cutre saltxitxera".

Nuevos contenedores de resto y materia orgánica instalados por la Mancomunidad de Pamplona. PABLO LASAOSA
Nuevos contenedores de resto y materia orgánica instalados por la Mancomunidad de Pamplona. PABLO LASAOSA

Es asombroso el mundo en el que vivimos. La ley ya solo la tenemos que cumplir los inofensivos pringados y si no la cumplimos, se nos castiga con una severidad ejemplarizante.

Ejemplarizante para que se sometan sin rechistar y dejen de preguntarse otros inofensivos pringados por qué esos políticos que no la cumplen, son galardonados de nuevo con el sueldazo, el cargazo. Como el aberchándal ese de las basuras, valga la redundancia, que ha sido premiado con repetir de nuevo en el sueldazo, en el cargazo, después de que fuera condenado por la agencia de protección de datos, al recopilar ilegalmente cuánto y cómo abren de los ciudadanos de Pamplona los contenedores de basura.

Entre aberchándales y Podemitas y Sumarísimos se han troceado el pastel de la Mancomunidad. El PSOE, que los ha criado, que los ha amamantado con su leche blanqueadora, andaba ayer quejándose amargamente de que ya no le han dejado ni rebañar el plato. Con lo listo que es Coronalzorriz, no entiendo qué ha podido pasar en esta negociación.

Es todo tan obsceno en este turbio tema que no falta ni la vertiente urbanística. El presidente se acaba de construir un palacio a todo lujo para ir hecho un zarrio, que es el colmo de la soberbia: permitirse el lujo de ser la zaborra del lujo. En fin, qué pavo. Si no guarda las formas éticas para qué iba a guardas las estéticas, si nadie va a afearle ni lo uno ni lo otro.

El dueño de Playboy se paseaba en pijama por su mansión, pero al menos era suya. Este ni eso, que la factura se la pagamos los inofensivos pringados a los que espía.

¿Para echar una meada en ese lujosa sede que acaba de estrenar, también hará falta una tarjeta, instalarse una app en el móvil, pasar un reconocimiento facial o de miembro del miembro para sacar la chorra o eso solo para la absurda tarea de tirar una bolsa con los desperdicios que generas en casa? Un emigrante ilegal, por ejemplo, en esta Pamplona de los prodigios, tiene más fácil pedir cita con el medico que tirar los restos de la comida en un contenedor, que no podrá abrir.

Estos mismos aberchándales a los que se les caen los vertederos que gestionan, se les matan sepultados los trabajadores -a uno ni lo han llegado a encontrar nunca-, que aún no sabemos ni qué mierda había allí metida bajo su supervisión -ardió de forma tóxica durante días, contaminó los acuíferos de las poblaciones circundantes hasta hacer imbebible el agua-, y que no han dado ni media explicación coherente, te controlan con lupa a ti, pringado ciudadano, con una severidad salvaje, poco más o menos como si te deshicieras de plutonio junto a las mondas de la naranja del zumo del desayuno.

Si has visto la serie Los Soprano o leído el libro Gomorra ya sabes que el tema de las basuras da mucho dinero. Muchísimo. Curiosamente, todos los protagonistas, tanto a este como al otro lado de la realidad, tanto a este como al otro lado del océano, van vestidos de la misma forma cutre saltxitxera. Qué cosas. Y eso es todo.

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