- jueves, 05 de diciembre de 2024
- Actualizado 11:27
Esperar las cosas y cuando llegan, no saber qué hacer con ellas porque no ocurre nada. Más de una semana llevaban las teles aguardando a que la lava del volcán de La Palma llegara al mar, como si eso fuera lo definitivo. Ya la tienen, ayer se despeñaba hasta tocar el agua. ¿Y ahora? Ahora nada. Ahora seguirá llegando más magma y habrá una nueva cosa que esperar hasta que un día se termine, se solidifique todo y las teles se vayan a cualquier lugar donde seguir esperando que ocurran nuevas movidas. Qué cosa la espera.
Esperar. Y esperaban, esperaban, esperaban... como al comienzo de la película Casablanca una voz en off nos anunciaba que hacían los refugiados que llegaban a esa ciudad del Marruecos francés. Esperar para conseguir un billete para el nuevo mundo, vía Lisboa, la ciudad, el país más bien, Portugal, que ha hecho de la espera su forma de vida, que llevan siglos esperando a que regrese de la batalla de Alcazarquivir el rey Sebastián.
El sebastianismo portugués es la sublimación de la espera, en la lisboeta plaza del Comercio, mirando el Atlántico desde el Tajo, donde se pone cada día el sol, como si fuera un para siempre, entrando al agua, saliendo de ella, por esa escalinata donde ascendían/descendían, embarcaban/desembarcaban los monarcas lusos. 450 años llevan esperando el milagro.
Algo así debió de pensar Sánchez, que si a los vecinos de la península ibérica les funciona, a él, que más que presidente quiere ser rey, se siente rey, cualquier día se corona a sí mismo, a lo Napoleón, como rey -las cosas del gobierno le producen urticaria, Sánchez solo quiere viajar en avión y habitar Palacios, como el de Lanzarote-, a él, decía, con más motivo le debe de funcionar el invento místico, casi mesiánico, de la espera. Españoles, tenéis que esperar... yo os lo prometo, lo que haga falta.
Sánchez ha hecho de la espera, la nuestra, su política presente. Hoy estáis jodidos, pero en verdad os digo, súbditos, que un día seréis la hostia. Y empezó a ponerse un pin en la solapa, un chimo de colores, un donut como el que se metía en el ciruelo Fernando VII para no reventar a la reina, de la agenda 2030. ¿Qué pasa en el 2030? Ni idea, pero este pin mágico os dice que vais a vivir mejor. Dentro de 10 años... hasta que le pareció demasiada poca espera, le entró vértigo, y nos regaló aún más, que el otro día sumó a la espera más espera, otros 20 años. Españoles, tenéis que esperar... aún más.
Sánchez alargó la cosa hasta el 2050, que ese año sí, íbamos a ser la primera economía europea o mundial o intergaláctica o no sé qué sandeces de las que dice Sánchez a diario, para que vaya corriendo el tiempo.
Decía Kapuscinski que en política, no se debe hacer nada, porque la mitad de los problemas de todos modos no tiene solución y la otra mitad se resolverá sola. En política, hay que saber esperar.
Y a eso se ha entregado Sánchez, a esperar... sobre nuestras costillas, que mientras esperamos nos revienta el día a día con el recibo de la electricidad y los combustibles más caros de la historia, que esos no esperan, que esos nos los hace comer este PSOE cada mes, religiosamente. Y eso es todo.