• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

¿Qué sabes de mi país, Rusia?

Por Javier Ancín

Apenas sabemos nada de las cosas. ¿Qué sabes de mi país, Rusia? Preguntó hace años a una candidata a miss España el embajador que hacía de jurado. La joven se puso nerviosa y no dijo gran historia... yo aún habría podido decir menos.

Un civil ucraniano se une al frente para luchar con el ejército de su país durante la invasión rusa. Celestino Arce Lavin
Un civil ucraniano se une al frente para luchar con el ejército de su país durante la invasión rusa. Celestino Arce Lavin

Hace frío. Ha hecho frío. Viento polar que barre, que barrió Pamplona el final de la semana pasada. Viento del este, viento de la estepa. Viento de la estepa rusa de Doctor Zhivago, el libro del Nobel de literatura moscovita -como el pincho de la taberna del Temple de la calle Curia de la capital navarra- Borís Pasternak hecho película por David Lean, director también de El puente sobre el río Kwai o Lawrence de Arabia.

La peli prácticamente se rodó en España y los campos gélidos rusos son de Soria. La mítica secuencia del tren de Strélnikov está rodada con nieve trucha, fake, trolera en Gómara, ese pueblo soriano que tan bien conocemos los navarros cuando vamos a Madrid cruzando la provincia porque aquel año no nevó por esa parte de Castilla: Ágreda, Ólvega, Gomara, Almazán... Medinaceli. El camino de los navarros me dijo alguien que se llamaba esa ruta. Desconozco si es una denominación general o solo de aquel tipo.

¿Qué sabemos de las cosas? En Nueva York, que hay rodajes a diario, en una calle de Little Italy, vi cómo se hacía la nieve de mentira para el cine. Unos operarios quemaban algún tipo de producto en unos cubos metálicos que girándolos sobre sus cabezas, desprendían hacia el cielo unas pelusas como de algodón químico.

Cuando todas comenzaban a bajar decían acción y la escena adquiría vida. Una coreografía de más de 30 personas conté, perfecta. Unos caminaban charlando, otro leía un periódico, otros entraban y salían de locales, restaurante, otro cruzaba la calle, un choche avanzaba, dos... tres. Corten, volvemos al principio... y comenzaba de nuevo todo el proceso. Toma novena. Acción.

Dos días después cayó una nevada en Manhattan espectacular, de verdad, con sus copos que se deshacían en los hombros mientras esperabas fumando a un taxi que no llegaba porque en Nueva York, a veces, no pasan los taxis. En el Upper East Side, donde tenía alquilado mi apartamento, la calle estaba tan nevada que no se podía ni circular, pero el equipo de rodaje ya se había ido. Afortunadamente para ellos porque cuando nieva de verdad tampoco se puede filmar, me dijo una vez un responsable de arte de una peli. Ni con nieve ni con lluvia natural porque nunca lo hace durante el tiempo necesario con la misma intensidad, para que no haya saltos en el resultado que acaba llegando a las pantallas.

Apenas sabemos nada de las cosas. ¿Qué sabes de mi país, Rusia? Preguntó hace años a una candidata a miss España el embajador que hacía de jurado. La joven se puso nerviosa y no dijo gran historia... yo aún habría podido decir menos. Poco más de que al filete ruso se le llamaba en España a lo que hoy conocemos como hamburguesas, señor embajador.

¿Y de Ucrania? Me preguntaba también hace poco viendo a Odesa preparándose para el desembarco ruso con sus calles de adoquín sembradas de erizos checos, esas estructuras hechas a base de secciones de raíles de tren formando un copo de nieve metálico y popularizadas durante la Segunda Guerra Mundial, para dificultar el avance de los acorazados. Por lo que parece, aún siguen siendo la mejor solución para frenar a los carros de combate actuales. La guerra moderna es la guerra de siempre.

Pocos sabrán, supongo, que Odesa fue fundada por un español, José de Ribas, a finales del siglo XVIII. Un almirante hispano al otro lado del mundo luchando para la armada rusa de Catalina la Grande. La calle principal de la ciudad lleva su nombre, incluso tiene en ella una estatua. Qué cosas... Mañana, quizás pasado, la semana que viene si nadie lo remedia, será invadida y barrida a bombazos por las trompas de Putin. Ya sólo quedará en pie lo que nunca sabremos de las cosas, nuestra ignorancia de ellas, que esa es perpetua y eterna. Y eso es todo.


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