- viernes, 06 de diciembre de 2024
- Actualizado 11:20
Vivimos la era de los inventos etéreos, que nada tienen que ver con los tradicionales inventos, los de poner un palito a un caramelo o a un trapo y crear la fregona o el Chupa Chups para hacer la vida más fácil al personal. Vivimos en la era de tratar de arreglar cosas que no estaban rotas, simplemente son así.
Es lo que hay, por mucho que quieras crear tres millones de géneros o reinventar las relaciones afectivas para llamar poliamor a los cuernos de toda la vida, la existencia es más sencilla: todo tiende a la simplificación porque si no se hace inabarcable. Yo no entiendo de razas de perros o de estilos de mesas, pero cada vez que veo una mesa o un perro sé reconocerlos. Tú también. Se llama pensamiento por conceptos, que es como razonamos los seres humanos.
Cada vez que nos quieren liar el asunto están yendo contra nuestra propia naturaleza, que no quiere líos. Si no fuerzas las cosas, las cosas se reordenan de la forma más sencilla posible, por eso el uso del masculino y el femenino en vez del tradicional neutro no acaba de triunfar, porque no sale de forma innata, sino que hay que estar alerta, y estar constantemente alerta es un coñazo porque tarde o temprano te saltará el automático. Ay, ya he vuelto a decir periodistas en vez de periodistas y periodistos, pido perdón al Dios de lo políticamente correcto.
Quizás el problema es querer inventar constantemente la pólvora, sin asumir que la pólvora esta inventada hace siglos y ya está.
De todas formas no hay como relajarse para que todo fluya y nos olvidemos de las chorreras en las camisas, el barroco churrigueresco o de los siropes de pepino, ramitas, semillas y vegetales varios que, si se fijan, se han dejado de poner en los gintonics. Les habremos sacado todas las fotos para Instagram y ya no hace falta ir de modernos horteras.
Para qué inventar un combinado que ya está inventado. El otro día estuve en el Rodero y ahí estaba la ginebra Martin Miller's, la tónica y la corteza de limón. En vaso de tubo ancho, mucho mejor que en esa grandilocuente copa que también se puso de moda y que solo aporta artificio, lío. Ya era perfecto antes, no hacía falta hacerlo más perfecto. La vanguardia es refugiarse en lo tradicional que funciona, porque hay cosas antiguas que funcionan como el primer día. Menos es más, que decía el arquitecto Mies Van der Rohe.
Este fin fin de semana entré en la nueva librería de Carlos III, la que ha montado la Casa del Libro, y estaba a reventar de gente. Nos llevan diciendo que ya no interesan los libros desde hace tanto tiempo que el primer sorprendido fui yo. Hordas de jóvenes comprando sus tochos de jóvenes. Quizás lo que no interesaba es ese estilo de librería política que lo fagocitó todo en Pamplona y en cuanto se ha vuelto a lo tradicional, a lo sencillo, a lo de vender libros sin más historias, se ha llenado de personas.
Otro ejemplo lo tenemos en la Eurocopa, que después de darnos la turra como un martillo neumático con que el fútbol aburría, que estaba en decadencia, que la juventud ya no tiene capacidad de concentración para cuarenta y cinco minutos... ha sido volver a lo simple y ser un éxito tremendo. Un país organizador futbolero, unos estadios de toda la vida, unas aficiones llenando las calles de ciudades occidentales, pasándolo bien y, en la tele, poniéndolo en abierto reventando las audiencias como no se recordaba.
En fin, para qué nos comeremos la cabeza o para qué dejaremos que nos la coman tanto los profetas de la modernidad. Y eso es todo