• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Uxue Barkos es menor de edad

Por Javier Ancín

Me angustia el tiempo desde pequeño, su paso, su velocidad, su fugacidad, tanto que se me presentaba una pesadilla recurrente por las noches con él. Soñaba que me despertaba, desde pongamos mis 10 años, y mirándome al espejo, encontraba ahí un carcamal de 90 años. En un chasquido de dedos, un parpadeo, se nos pasa la vida entera.

Uxue Barcos de Geroa Bai y  Unai Hualde presidente del Parlamento Navarro, charlan a la entrada del Pleno celebado en el Parlamento.  IRAITZ IRIARTE.

Me obsesiona el tiempo, el cronológico esta vez, desde siempre. Ese ir pasando los segundos que son siempre los mismos pero que a veces los percibimos aún más cortos -una semigarrapatea. Dos, pimpán, como el uppercut de Rocky Marciano contra Joe Louis- y otras veces tan largos, que entre el clac-clac... del reloj de la cocina parece que cabe una final entera de fútbol, con su prórroga y todo.

Me angustia el tiempo desde pequeño, su paso, su velocidad, su fugacidad, tanto que se me presentaba una pesadilla recurrente por las noches con él. Soñaba que me despertaba, desde pongamos mis 10 años, y mirándome al espejo, encontraba ahí un carcamal de 90 años. En un chasquido de dedos, un parpadeo, se nos pasa la vida entera. Como en la película Big, la de Tom Hanks, o en la leyenda de San Virila, que cada vez que me llevaban a Leyre de crío alguien acababa contando: 300 años en una siesta de poco más de un cuarto de hora oyendo un pajarillo.

Marco Aurelio, uno que fue emperador romano, en sus Meditaciones se pega todo el rato dando la murga con que el tiempo no existe, que existe el presente, que es una cosa diferente al pasado y al porvenir, pero todos los que hemos crecido viendo Regreso al futuro sabemos que no es así. El tiempo es una realidad tan sólida que hasta podemos viajar por él y componer y descomponer presentes con solo comprar un almanaque deportivo.

El caso es que todas estas cavilaciones, estos miedos irracionales de juventud, los tenía más o menos embridados hasta el otro día. Iba en el coche ensimismado en mis cosas, viendo cómo uno de esos ciclistas de ahora usaba en menos de diez segundos carril bici, acera y calzada, todo en rojo, cuando al volver la vista al frente, esperando que el semáforo se pusiera en verde, me topé con una foto en la trasera de una villavesa que me produjo un súbito ataque de pánico.

En una publicidad electoral del PNV de Irroña, el careto de su candidata me miraba desde un tiempo ajeno, un tiempo irreal, un tiempo que no existe, un tiempo que no corresponde con el tiempo en el que transcurría la acción. Fue una milésima de segundo eterna entre el sosiego y la desesperación de una taquicardia furiosa. ¿Y si he muerto y he resucitado en mitad de una peli de Nolan?

Uxue Barcos con ka, que es una proto sesentona, miraba la ciudad desde el culo de ese autobús más joven que en sus tiempos de presentadora de telediario con be en el canal autonómico vasco. 30 años suprimidos de golpe, calculé a ojo... o más. Y sentí un pavor denso de no saber en qué tiempo me encontraba. Los miedos de siempre agolpados en una única pregunta. ¿Qué años tendré cuando me mire en el retrovisor?

Y alcé el cuello convencido de que si Uxue Barcos con ka en esa foto electoral aparentaba 30 años menos, yo debería de estar a punto de coger de nuevo la carpeta clasificadora y bajar a la uni, edificio central, aula 18, clase de Historia Antigua II.

Falsa alarma, suspiros de alivio. En el reflejo seguían mis canas de la barba y mi frente marchita, donde las ha puesto el tiempo implacable pero verdadero.

No es que le hayan metido filtros al retrato para rejuvenecerla de cara a las elecciones de mayo, es que directamente es otra persona, una persona que quizás no ha existido nunca. Llegará un día como siga en su deriva trolera, la cirugía estética digital engancha tanto como las tragaperras, que a Uxue Barcos con ka, dentro de una década, cuando frise los setenta, no le dejen presentarse, quizás ni ir a votar, porque aún no tenga ni la mayoría de edad cumplida. Y eso es todo.


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