• domingo, 19 de enero de 2025
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Opinión / Tribuna

Chivite nos lleva hacia la ruina económica y moral de Navarra

Por Manuel Sarobe Oyarzun

"Navarra es un infierno fiscal. Empleamos nuestro Régimen Foral para autolesionarnos. A favor de nuestros mediocres políticos juega el conformismo de una sociedad civil sin pulso. Solo la izquierda y los nacionalistas son capaces de agitar las calles".

La presidenta del Gobierno de Navarra junto a sus consejeros.
La presidenta del Gobierno de Navarra junto a sus consejeros.

Tanto Navarra como Euskadi están gobernadas por coaliciones de socialistas y nacionalistas vascos, lo cual induciría a imaginar políticas análogas a uno y otro lado de la muga. No sucede así en materia fiscal.

Según la Tax Foundation, tenemos el peor IRPF de España. Las Diputaciones vascas lideran el ranking, a cuya cola estamos. La reducción por rentas del trabajo en Euskadi casi duplica a la de Navarra, y nuestro mínimo personal y familiar apenas alcanza el 63% del aplicado allí. El tipo marginal aquí es del 52%, tres puntos más que el vasco, y superior al de Finlandia, Alemania, Luxemburgo, Reino Unido, Suiza o Noruega. Gravamos el ahorro hasta el 26%, frente al 25% de nuestros vecinos.

Padecemos el Impuesto sobre el Patrimonio más lesivo del Estado. El mínimo exento es de 550.000 euros, en Euskadi 800.000. La vivienda habitual no tributa en Navarra hasta 250.000 euros, allá 400.000. Nuestra tabla impositiva es más elevada. Hemos prorrogado el impuesto “temporal” sobre grandes fortunas, cuyo tipo máximo aplicamos a partir de los 11 millones de euros, y en Euskadi de los 14 millones.

También es más caro morirse en Navarra. En el País Vasco, superados 400.000 euros exentos, los descendientes pagan por heredar un 1,5% fijo. Aquí, a partir de 250.000 euros, podemos alcanzar el 16%.

El Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales que grava la compra de viviendas entre particulares asciende en el Viejo Reyno al 6%, allá al 4%. Si es la vivienda habitual, aquí tributamos al 5% -4% en la Navarra despoblada- hasta 180.304 euros, y en Euskadi al 2,5%, sin límite.

El tipo general del Impuesto sobre Sociedades en la Comunidad Foral es del 28%, frente al 24% vasco. Las pequeñas empresas pagan aquí el 23% y allá el 20%.

Habrá quien argumente que la mayor fiscalidad con la que nos castigan los gobiernos progresistas redunda en mejores servicios. Falso. En Educación, los resultados del informe PISA de 2022 son bastante peores que los de 2015. En Sanidad, hasta junio, el tiempo medio de espera para consultas en Navarra era de 126 días, y de 49 en el País Vasco.

Pero los agravios van más allá del ámbito impositivo. Somos la comunidad autónoma en la que menos ha invertido el Estado en los últimos 7 años; 300 millones, frente a los 1.405 millones en Euskadi. Y, si quieren más afrentas, sepan que cada navarro paga por su Convenio casi el doble de lo que cada vasco lo hace por su Cupo.

Navarra es un infierno fiscal. Empleamos nuestro Régimen Foral para autolesionarnos. Espantamos el talento y la inversión. Nuestros grandes contribuyentes -Taberna-Berlys, los últimos- se deslocalizan. Cuantos más impuestos pagamos, peores servicios recibimos, lo cual es sencillamente inmoral.

Despilfarramos lo confiscado multiplicando el número de funcionarios y de sociedades públicas innecesarias. Hemos engendrado una Administración elefantiásica e ineficaz, con más jefes que indios y alto absentismo, cuyo elevado coste cargamos al declinante sector privado.

Nos alejamos de los podios que durante tanto tiempo copamos y crecemos ya por debajo de la media nacional. Mientras Aragón anuncia inversiones extranjeras superiores a 40.000 millones de euros, aquí contabilizamos 1,3 millones en el primer semestre de 2024. No se vislumbran alternativas a la menguante Volkswagen.

El indolente Gobierno que preside María Victoria Chivite hace oídos sordos al clamor de unos empresarios que piden corregir el rumbo para poder competir en igualdad. Su única iniciativa consiste en promover Marca Navarra, una 'ideíca' que nace muerta, pues ningún emprendedor arriesgará su dinero aquí seducido por un vídeo promocional del Viejo Reyno, mientras padezcamos la peor fiscalidad de España y tengamos paralizadas nuestras grandes infraestructuras, como el AVE o el Canal.

A favor de nuestros mediocres políticos juega el conformismo de una sociedad civil sin pulso. Solo la izquierda y los nacionalistas son capaces de agitar las calles.

Los Ejecutivos forales del cambio no dejan de maltratarnos, pero debe de gustarnos, pues los reelegimos. Lejos de retomar las políticas que nos encumbraron, su única obsesión es impedir que gobierne esa derecha que, pactando con un socialismo juicioso, ya extinto, nos dejó una valiosa herencia que estamos dilapidando, dando cancha a unos trogloditas que, además de amenazar nuestra soberanía, son portadores de miseria moral y económica.

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