• lunes, 20 de enero de 2025
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Opinión / Tribuna

Chivite nos lleva hacia la ruina económica y moral de Navarra (y II)

Por Manuel Sarobe Oyarzun

Dice el refrán que no hay mal que cien años dure. Antes o después la sociedad navarra despertará, pero será tarde, porque el declive de nuestra economía que inició Uxue Barkos demoliendo las bases que cimentaron el desarrollo y la prosperidad de esta tierra se antoja difícilmente reversible. Y es que las comunidades en las que han encontrado refugio las empresas que aquí hemos maltratado no las dejarán escapar tan fácilmente como nuestros destalentados dirigentes.

Una imagen del Gobierno de Navarra en la actualidad, presidido por María Chivite.
Una imagen del Gobierno de Navarra en la actualidad, presidido por María Chivite.

La casualidad quiso que la publicación del primero de mis artículos con este título coincidiera con el anuncio de la empresa BSH del cierre de su planta de Esquíroz alegando pérdida de competitividad; un drama que, contabilizando proveedores, dejará en la calle a más de un millar de trabajadores. Poco después supimos que nuestra principal empresa constructora había trasladado su sede a Madrid.

El diario Expansión informó que, de enero a septiembre, Navarra fue, tras Cataluña, la comunidad con mayor fuga neta empresarial, con el agravante de que las sociedades que se han ido -Acciona Generación Renovables, Montbake, entre otras- facturan infinitamente más que las que han llegado. El influyente rotativo salmón subrayaba que “Navarra, donde el peso de Bildu en los designios políticos y económicos de la región es cada vez mayor, lo que da vértigo a la inversión, acumula seis trimestres seguidos en rojo y de los últimos veinte ha registrado saldos negativos en dieciséis”. Se preguntarán quizás si tras esa semana horribilis nuestros pasmados gobernantes sugirieron algún cambio de políticas para revertir esta dinámica negativa. La respuesta es no.

Si quieren saber por qué las empresas huyen a la carrera del Viejo Reyno, lean el último programa de Bildu, en cuyas manos ha dejado María Victoria Chivite el futuro de Navarra.

Estas son algunas de las propuestas batasunas. Subir el salario mínimo interprofesional aquí hasta los 1313,40 euros, frente a los entonces 1080 del Estado. Reducir la jornada laboral a 32 horas semanales, sin disminución salarial, lo cual, dicen, aumenta la productividad. Fundar un banco público, olvidando que las cajas de ahorro colapsaron por el mangoneo de los políticos. Erigir un Instituto Navarro de Crédito que coexista con la “ineficaz” Sodena. Potenciar el papel del sector público, creando empresas como Nafarbide o Bidean, pese a la advertencia de Comptos de que el servicio de transporte sanitario va a resultar más gravoso para las arcas públicas, sin que se aumente la calidad de la prestación. Inventar más chiringuitos, como el “Centro Vasco Navarro de Inteligencia Económica”, pretextando que “el contexto disruptivo que vivimos exige capacidad de prospectiva estratégica”.

Propiciar empleos de calidad, algo complicado si atizan a sus altos salarios un marginal del 52% en el IRPF. Euskaldunizar las empresas, como si no ambicionaran expandirse más allá de la Barranca. Impulsar la industria agroalimentaria con materias primas producidas aquí, mientras boicotean el canal cuya agua riega las tierras que las producen. Potenciar un tren local, frente al AVE. Incluir todas las rentas en la base general del IRPF, para ahuyentar a los ahorradores. Aumentar tres puntos nuestra presión fiscal, que ya es la más alta de España.

Gravar al 28% las ganancias de toda empresa, grande o pequeña, que superen el millón de euros; cuatro puntos más que en Euskadi, y tres más que en el resto de España, como mínimo. Lograr la plena competencia en materia de IVA, para, acto seguido, conociéndolos, subir también sus tipos. Incrementar el gasto público, proscribiendo que el superávit se destine a minorar deuda. Crear una “Vicepresidencia para la Soberanía Económica” en busca de más competencias, cuando nuestro problema es que solo sabemos usarlas para flagelarnos. Acordar la deuda “con los agentes sindicales y sociales” en lugar de con España o la UE… Pero la propuesta sin duda más sorprendente de los abertzales es la que aboga por limitar los beneficios empresariales.

Cuanto más gane una empresa, digo yo, más impuestos pagará, lo cual redundará en la mejora de los servicios públicos; más dividendos repartirá entre unos accionistas que también tributarán por ello; más garantizado tendrá su futuro; más reinvertirá, más empleo creará... Espanta pensar en el sombrío porvenir que nos espera con unos políticos opuestos a crear riqueza. Con este programa y la sumisión del PSN a Bildu, lo sorprendente no es que algunas empresas huyan de aquí, sino que, a estas alturas, no se hayan ido todas.

Dice el refrán que no hay mal que cien años dure. Antes o después la sociedad navarra despertará, pero será tarde, porque el declive de nuestra economía que inició Uxue Barkos demoliendo las bases que cimentaron el desarrollo y la prosperidad de esta tierra se antoja difícilmente reversible. Y es que las comunidades en las que han encontrado refugio las empresas que aquí hemos maltratado no las dejarán escapar tan fácilmente como nuestros destalentados dirigentes.

El año entrante se cumplirá una década del advenimiento de los gobiernos del cambio. Tan innegable como que el prometido cambio se ha producido, es que lo ha sido a peor. Elijan el dato a comparar. Los socialistas, cuyos principios han resultado ser tan líquidos como los de Groucho Marx, han priorizado aferrarse al poder y colonizar la infinita Administración foral para saciar el hambre acumulada desde que la corrupción los alejó de él. Y lo han hecho con un altísimo coste para Navarra, pues las políticas impuestas por sus radicales socios han truncado la exitosa trayectoria de progreso y bienestar que iniciamos en los pasados años 60.

Los abertzales, entre tanto, transitan felices por la alfombra roja que les ha extendido el PSN, liderados por irredentos fósiles como Araiz en el Parlamento, Abaurrea en Pamplona y Barrena en Europa, persiguiendo sus históricos sueños, que no pasan precisamente por procurarnos trabajo y pan, sino por encerrarnos en su anhelada nación de pitiminí. ¡Abran los ojos, por lo que más quieran!

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