- martes, 03 de diciembre de 2024
- Actualizado 17:24
Cerca de doscientos agentes públicos y privados, encabezados por la presidenta María Victoria Chivite, asistieron recientemente a la presentación de Marca Navarra, una iniciativa que plantea la “redefinición estratégica” de la Comunidad Foral en busca de un “ecosistema socioeconómico de referencia” que atraiga talento e inversiones.
La propuesta es de lo más encomiable. El problema radica en que tal aspiración entra en abierta contradicción con las políticas implementadas por nuestro mal llamado gobierno de progreso. Y es que no podemos pretender, no ya potenciar, sino ni siquiera conservar la industria que dicha iniciativa pone tanto en valor, aplicando medidas opuestas a las que posibilitaron su implantación.
Recordemos, una vez más, que el milagro económico de Navarra comenzó a gestarse a principios de los pasados años sesenta de la mano de Juan Félix Huarte y Miguel Javier Urmeneta. Al mando de unas administraciones públicas tan austeras como eficaces y utilizando sabiamente nuestro Régimen Foral, estos curtidos próceres atrajeron a numerosas empresas mediante una política fiscal favorable. Desarrollaron además polígonos, modernizaron infraestructuras y crearon centros formativos. Fueron recompensados por ello con la Medalla de Oro de Navarra, cuya retirada reclamaron PSN, Bildu, Aralar, Izquierda-Ezquerra y Geroa Bai, a pesar de ser quizás la más merecida de cuantas se han concedido, pues miles de navarros deben todavía hoy sus empleos a estos prohombres.
Desde 2015, los gobiernos del cambio se han afanado incomprensiblemente en desmontar tan exitosas políticas. Padecemos una Diputación hipertrofiada -13 departamentos, frente a las 9 consejerías de Madrid- para saciar el hambre de los numerosos socios del ejecutivo, y una Administración desmotivada e ineficaz que, en la era de la digitalización y de la IA, ha multiplicado de manera inexplicable el número de funcionarios -salvo de médicos-, mientras menguan los emprendedores, que son los que pagan la fiesta.
Navarra es hoy, además, un infierno fiscal. Según la Tax Foundation, soportamos el peor IRPF de España, el segundo Impuesto sobre el Patrimonio más gravoso, el octavo más lesivo en Sucesiones y el tipo general del Impuesto sobre Sociedades más alto. Somos la comunidad que ha sufrido un mayor retroceso en competitividad tributaria entre 2017 y 2023. ¿Es así como pretendemos atraer talento e inversión? ¿Por qué no empezamos cortando la fuga de los grandes contribuyentes que están abandonando Navarra a la carrera?
Y mientras la presidenta vendía humo, Adolfo Araiz, su socio preferente y de quien depende la aprobación de los presupuestos de Navarra, contraprogramaba el cuento de la lechera de la socialista exigiendo elevar todavía más la presión fiscal a las rentas de capital y a las empresas.
Qué decir de las infraestructuras forales que no sepamos ya. Las autovías a Madrid y a Jaca continúan inacabadas; el aeropuerto está infrautilizado, y la segunda fase del Canal de Navarra, tan importante para proveer de materia prima a nuestra pujante industria agroalimentaria, duerme el sueño de los justos. Mientras la familia Chivite -tío y sobrina- celebra con alborozo ese nuevo tren, más apto para ganado, que cubre la línea Pamplona-Zaragoza, el AVE foral sigue en vía muerta, máxime tras la rendición por parte del PSN de Pamplona, que ha de resolver el bucle ferroviario, al partido más retrógrado de Occidente, abiertamente opuesto a modernizar el tren.
El plan publicitado incide también en la calidad de vida en Navarra, coincidiendo con las listas de espera más altas de nuestra historia, debidas a la equivocada decisión de encomendar nuevamente la gestión del Departamento de Salud a quien ya fracasó en ese desempeño.
Hay un detalle que sí me gustó en el acto de presentación de la iniciativa, como es la presencia de la rectora de la Universidad de Navarra. Ya era hora de que un gobierno integrado por PSN, Geroa Bai y Contigo Zurekin, apoyado por Bildu, reconociera a este centro erigido por el Opus Dei al que tanto debemos los navarros -comenzando por quien suscribe este artículo- venciendo la hostilidad que en su día les llevó a impedir la implantación en el campus pamplonés de varios centros punteros de investigación biomédica, que habrían captado el talento que ahora ansían.
Más cuestionable resulta que nuestro empresariado se haya prestado a participar en la puesta en escena de Marca Navarra, dado que los ejecutivos del cambio llevan años tocando la lira, impasibles ante la continua pérdida de competitividad del Viejo Reyno, desoyendo todas las peticiones que los verdaderos creadores de riqueza les han trasladado.
Sorprende constatar lo alejado que está el Gobierno de Navarra de la realidad de la tierra que gestiona. Nuestros políticos, encerrados en palacios y parlamentos, son burócratas que viven en un mundo virtual, incapaces de dar una rápida respuesta a los problemas que acucian a sus ciudadanos, en quienes no ven sino contribuyentes a los que saquear.
Para que volvamos a encabezar los podios que liderábamos hasta que llegaron Barkos y Chivite habría que retomar las políticas que lo hicieron posible, empezando por dejar de utilizar nuestros Fueros para pegarnos tiros en el pie. Ello exigiría que el PSN cambiara de socios, algo que no sucederá. Ahorrémonos entre tanto estériles campañas de marketing como Marca Navarra, pues ningún inversor vendrá aquí seducido por un anuncio publicitario visible en un autobús urbano, sino por lo que nuestro Boletín Oficial publique. ¿O no?