• viernes, 29 de marzo de 2024
  • Actualizado 12:23

Opinión / Victoria Lafora comenzó su carrera profesional en Diario 16 y participo como jefa de nacional en la salida de Telemadrid,

Recitificación

Por Victoria Lafora

Tal vez porque estaban advertidos de que la sentencia del Constitucional iba a anular las dos iniciativas del Parlament de Cataluña por las que se abría la vía a la celebración de un referéndum. 

Tal vez porque, en sus recientes viajes a Barcelona, la vicepresidenta había podido palpar las sutiles peticiones de ayuda de Puigdemont y la antigua Convergencia, para salir del atolladero en el que ellos mismos y la CUP se habían metido.

El caso es que Soraya Sainz de Santamaría, siguiendo instrucciones precisas de Rajoy, ha expresado lo que millones de españoles pensaban desde hace años: que la petición de firmas para anular el último estatuto de Cataluña fue un error político garrafal, origen de la desafección hacia España, y un torpe potenciador del independentismo.

La rectificación, si bien ha costado años, es un buen comienzo para la vía de diálogo y negociación que se ha iniciado desde el Gobierno. La cerrazón de la anterior legislatura, la de la mayoría absoluta, ha dado paso a la única vía de entendimiento y reconciliación con los catalanes. La oferta de no llevar todas y cada una de las resoluciones del Parlament a los tribunales es también otro paso que demuestra la voluntad de hacer primar la política por encima de los recursos legales.

No va a ser fácil. Se han roto muchos puentes y ha habido mucha provocación desde la Generalitat, pero ambos saben que este es el único camino. El despacho que Santamaría se ha montado en la Ciudad Condal es una buena idea; hay que ir allí donde está el problema. Oriol Junqueras, que era su más asiduo visitante en Moncloa, se lo agradecerá. Las formas, en un tema de Estado y peliagudo como este, son importantes.

Se rompe una inactividad de cuatro años que vaticinaba un choque de trenes gravísimo y que ha tenido en vilo a la mitad de los catalanes, que no querían la independencia pero tampoco los desplantes.

La otra lectura de lo ocurrido refleja el reparto de poder diseñado por Mariano Rajoy para esta legislatura. Queda meridianamente clara su apuesta dentro del Gobierno por la persona de su máxima confianza que es la vicepresidenta. Si las cosas salen bien el se apuntará el tanto y dejará que algún sobrante de gloria cubra los hombros de la que puede ser su sucesora en la presidencia del Gobierno.

De nada le va a servir a María Dolores de Cospedal su rigurosa asistencia a cuanto acto castrense se convoca. El problema es Cataluña y ella no está ahí. De hecho, surgen cada vez más voces cuestionando que pueda compatibilizar la secretaria general del PP con el cargo de ministra a partir del próximo congreso. Los "jóvenes cachorros" tienen ganas de balón y hay que comenzar a renovar caras. Mientras, se buscan trampantojos para sustituir el "dedazo" por unas seudo primarias que quieren ser pero no son.

Parece claro que Rajoy ha tenido mucho tiempo para pensar como salvar una legislatura que se anticipa muy complicada y más cuando el imprescindible Partido Socialista no tiene líder y va para rato.


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