- domingo, 08 de diciembre de 2024
- Actualizado 14:32
Estimado equipo:
Solamente dos veces en toda mi vida he llorado al ver un gol.
La primera fue al empatar Osasuna en Sabadell (¿lo recuerdas?), y la segunda fue con vosotros al conseguir el pase a la siguiente ronda de la Copa del Rey.
¡Ay, corazón, qué bien me lates!
No dejaba de ver el video que se compartió en numerosas redes sociales. Más de mil reproducciones son mías. Disimulad mi avaricia, pero es que no mido mi amor.
Recuerdo cuando de niño visitaba vuestro campo.
Sudor y barro.
Viento y sentimiento cubierto de abrigos y guantes que aplaudían vuestros logros y, aún más, los desaciertos.
Y tengo, porque tengo en mi memoria los rostros y cuerpos de aquellos jugadores empapados y ensangrentados, y otros lesionados por defender la camiseta de ‘la que nunca faltó’.
¡Ay, corazón, qué bien me lates!
Ahora resido a tres mil kilómetros de vuestra música y aleteo.
En mi Gran Canaria ya conocen Sangüesa y vuestra proeza, pues yo la aplaudo y la jaleo.
Mi isla os impulsa con sus volcanes y sus viejas olas.
Y si os faltase en algún momento el aliento, desde aquí os llegará siempre nuestra brisa fresca.
Mi querido equipo.
Lloraré por tercera vez al veros saltar al campo.
Disfrutad de la historia, que ya es vuestra y por siempre merecida.
Y si nos vemos pronto, por favor, dadme un abrazo.
Aquel de barro y viento. Ese que, pese a la lluvia y al desaliento, fuese similar a la celebración de un gol.
¡Ay, corazón, qué bien me lates!