Y todo apunta a que tampoco va a superar la del viernes noche por mayoría simple. Una pura constatación de la realidad pulsada por el comentarista, con licencia para especular y, por supuesto, para equivocarse. Pero es un contrasentido en boca del propio candidato oficial a la Presidencia del Gobierno, que el martes por la tarde levantaba acta de su fracaso en la parte final de su discurso.
"Hoy todos sabemos de antemano el resultado de la votación final de esta investidura, si nos atenemos a lo escuchado estos días", decía Pedro Sánchez cuando aún no habían abierto la boca los jefes de fila del resto de fuerzas políticas. De modo que era una forma de reconocer su incapacidad de convencer a otros y ganárselos para la causa de la gobernabilidad y el cambio. Eso no se lo puede permitir un dirigente político que aspira a gestionar los intereses generales.
Era dar por perdido el partido antes de jugarlo. Como presumir de haber llegado a la final y luego no disputarla. Asumir a priori que la sesión de investidura va a ser fallida es ignorar que un debate parlamentario, siempre es algo vivo y, por tanto, imprevisible. Imperdonable en un profesional de la política porque empieza desconfiando de su propio poder persuasivo.
Si los adversarios políticos de Sánchez y los analistas en general pasan por alto este error estratégico del discurso, tal vez logre, uno, que los electores valoren su meritorio esfuerzo por darle un vuelco a la política española en clave de regeneración y progreso, dos, que los diputados, sean del partido que sean, pongan en valor la mano tendida de quien apuesta por el diálogo, y tres, que el Rey y el resto de las instituciones del Estado le aplaudan por haber desbloqueado la situación creada tras la negativa de Rajoy a asumir el encargo de formar Gobierno.
Por si acaso los españoles, los diputados y Felipe VI no tienen el detalle de reconocerle esos méritos, se los atribuyó él en esa parte del discurso que le llevó a decir: "Hemos cumplido". Como si el trabajo estuviera terminado y fuera tiempo de despedidas. Es un contradiós. Aunque lo piense, un líder no puede darse por vencido sin haber peleado. Y la pelea queda para los cruces del candidato con los otros portavoces. El juego de réplicas y contrarréplicas, el cuerpo a cuerpo verbal, la capacidad de convencer, la esgrima dialéctica, la argumentación de motivos, siempre aportan viveza e incertidumbre a un debate político.
Pero Sánchez ya dijo resignadamente que todos sabemos de antemano el resultado de la votación. Entonces todavía faltaban dieciocho o diecinueve horas para que empezara el verdadero debate. Y más de veinticuatro para la primera de las votaciones.