- sábado, 18 de enero de 2025
- Actualizado 20:14
La proximidad de las elecciones siempre produce tensiones internas en los partidos a la hora de cerrar las candidaturas: llevo demasiados años contemplando el mismo espectáculo que estos días se ha producido en los aledaños de la reunión del Comité Federal del PSOE, donde Pedro Sánchez tuvo la malhadada idea de 'fichar' a la ex diputada de UPyD Irene Lozano.
Contemplo y escucho, en los primeros informativos de la mañana del Día de la Fiesta Nacional, advocaciones a la unidad de la patria, glosas al himno, a la bandera y hasta descalificaciones, según de dónde provengan, a 'la izquierda', que, dicen, no comparte el espíritu de la jornada, 'como quedó demostrado en el rechazo público de Pablo Iglesias a acudir a la recepción del Rey'.
Tengo para mí que el ministro Luis de Guindos, que anda por los espacios económicos europeos como si fuesen esas canchas de tenis que él tanto domina, ha cosechado una victoria importante de cara a Europa, después de que el comisario para Asuntos Económicos, Moscovici, se atreviese a proclamar que España no cumplirá el objetivo fijado de déficit ni este año ni el próximo.
Cada una de las elecciones que se van produciendo en España provoca un alud de cambios, de aceleraciones, de sustos y de saltos. Así, hablando de saltos, en las catalanas del pasado domingo, que tantos efectos están teniendo en tantos aspectos, el salto más espectacular, quizá el más prometedor de nuevos récords, fue el de Albert Rivera.
Los gobiernos de Estados Unidos y China acuerdan el fin del ciberespionaje comercial (y no solo, claro está); se pone así término a una especie de 'guerra mundial' incruenta en el espacio, aunque Rusia, que se va convirtiendo de la mano de Putin en una especie de 'estado gamberro', para nada se une a esa aparente normalización entre la primera potencia mundial y el país emergente por naturaleza.