- sábado, 18 de enero de 2025
- Actualizado 20:14
Confío, querido lector, en que no se me enfade por el título de este comentario, que coincide con el de un libro que aparece en estas horas y de cuya autoría me responsabilizo junto con mi compañero Federico Quevedo: perdón por la autocita y por comenzar, cual un Umbral en tono menor, hablando de 'mi libro'.
Reconozca conmigo que la normalidad nacional no pasa precisamente por el hecho de que los espectadores y telespectadores de lo que podría ser un gran partido de fútbol estén mucho más pendientes de lo que haga una parte del público, con sus banderas y sus silbidos, que de los jugadores que llegan al campo.
El Cambio, con mayúscula, es algo que está ahí, llamando a la puerta, a muchas puertas. Exigimos a nuestros políticos -y hacemos bien-- que se adapten a los nuevos tiempos, que no repitan campañas electorales como la que sufrimos el pasado mes de diciembre, que se comprometan con propuestas regeneradoras:
La propuesta lanzada este jueves por Albert Rivera, sugiriendo que el Rey designe a un personaje independiente como candidato a la presidencia del Gobierno previa retirada de los líderes partidarios que aspiran a La Moncloa, es todo un certificado de hasta qué punto quienes aspiran a convertirse en los representantes de los españoles han cosechado lo que ellos mismos confiesan que es un fracaso colectivo.
Supongo que nadie pensaba que, con los actuales planteamientos, los militantes de Podemos pudiesen haber votado algo diferente a lo que votaron este fin de semana y cuyos resultados conocimos este lunes: un 'no' abrumador a apoyar, con la abstención de la formación morada en una hipotética votación de investidura, la pretensión del socialista Pedro Sánchez de alzarse con el Gobierno del país en alianza exclusivamente con Ciudadanos. Supongo que, aunque se sigue oficialmente, sobre todo en el PSOE, mareando la perdiz, nadie cree ya en la posibilidad de cualquier acuerdo sensato para evitar las elecciones del 26 de junio.
José Luis Urrusolo Sistiaga, antiguo miembro del Comando Madrid de ETA, considerado durante un tiempo, junto con su 'compañera de armas' Idoia López Riaño, 'La Tigresa', uno de los más sanguinarios asesinos de la banda, acaba de abandonar la cárcel, donde, durante diecinueve años, ha purgado los dieciséis asesinatos a sangre fría y los dos secuestros realizados durante su largo período como matarife.